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El género de la violencia
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El género de la violencia

Actualizado 05/12/2014

No pude comentar la semana pasada la celebración (es un decir) el 25 de noviembre del Día contra la Violencia de género. Pero como es algo que debería durar un año cada año vale la pena aportar todavía un punto de vista más en una realidad en la que supongo nadie duda a estas alturas de que cualquier persona se siente concernida y lucha contra esta lacra. Sin embargo existe un claro riesgo de pensamiento único y es fácil matar al mensajero ante cualquier opinión diferente. Y no estoy seguro de que esté bien definido el problema.

¿Si no votas a Obama eres un racista?. ¿Si no votas a Hillary Clinton eres un machista?. Demasiado simple. Es la capacidad para la violencia lo que hace diferentes a esos hombres que asesinan a sus parejas y no sus comportamientos machistas. Son dos luchas paralelas. Creo que hay que combatir la violencia y hay que combatir el machismo. Y hay que combatir el espacio donde se interconectan y dan lugar a esa violencia especial pero violencia al fin. El ejemplo del fútbol que ha concentrado recientemente nuestra atención con un solo muerto en lugar de más de cincuenta nos habla de lo mismo. Es de nuevo la violencia en primer plano esta vez proyectada en el fútbol, con sus características especiales: amparada y retroalimentada en el rebaño y una vez más tremendamente masculina. A este respecto la proporción de internos en las prisiones españolas es reveladora: el 90 por ciento son hombres. Los delitos de las mujeres suelen ser económicos o de menudeo de droga en colectivos de exclusión (no es momento de frivolizar sobre tonadilleras): la violencia parece monopolio de los varones. No sé por qué no se trabaja por la igualdad ni la paridad en este tema, es decir, que los hombres redujeran sus comportamientos violentos al nivel del de las mujeres.

Lo que quiero decir es que en el binomio "violencia de género" se ha puesto el acento en la segunda parte y se ha apostado por eliminar el machismo para así conseguir que desaparezca la primera parte, la violencia. Se consiguen avances pero no parecen suficientes y, en la búsqueda de la protección a las mujeres, se han tomado decisiones legislativas que han llevado a situaciones que fuerzan en determinada dirección las normas de convivencia y que afectan a otras personas, a los hijos, a otras mujeres. La LOVG significó poner el enfoque en la necesidad de que todos, a nivel público y privado, luchemos por erradicar esa violencia. Pero tenía sus puntos débiles desde la misma definición del entorno de aplicación (¿lo doméstico?, ¿lo social?) y bordeaba la inconstitucionalidad por el diferente trato a las víctimas según fueran hombres o mujeres. Sin embargo cuando se la cuestiona se pone encima de la mesa las mujeres asesinadas, las ablaciones, la trata de blancas, los matrimonios pactados o esposas raptadas, las violaciones en tiempo de guerra como arma brutal?y se acabó el debate. Es como si ese efecto halo que todo lo envuelve no nos dejara ver ni los árboles ni el bosque. Y tras 10 años de su implantación sigue existiendo un numero insoportable de mujeres muertas a manos de sus parejas o exparejas.

Se dice muchas veces que es la sociedad que rodea a las esposas maltratadas la que coadyuva a que acepten ese papel sumiso. (Es el ejemplo que veíamos en la película Te doy mis ojos de Iciar Bollaín en la madre -papel que bordaba Rosa Mª Sardá- de la mujer acosada). Al menos en el instituto no es esa mi impresión. He visto demasiadas veces a adolescentes más maduras que sus novios rechazar la ayuda de las amigas que las previenen de que están empezando a encontrar tolerable el control y los celos, de que no son libres, de que están siendo maltratadas. Pero quieren seguir con él y se inicia el calvario. La relación de pareja pertenece al ámbito de la vida privada y los y las adolescentes no quieren que nadie se inmiscuya. Ese control a través de las nuevas tecnologías lo ejercen muchos adolescentes (ellos y ellas) y lo soportan muchos (ellas y ellos) y significa un aprendizaje para la vida en momentos en los que se traban las relaciones de poder, por llamarlas así. Y eso que mis alumnas de secundaria parecen estar más que empoderadas (lamento el horrible neologismo por empowerment pero se está usando mucho y es bastante intuitivo) en cuanto a su rendimiento académico y obtienen mejores resultados que los chicos. Pero en sus relaciones amorosas, en sus relaciones sociales, se mantienen muchos estereotipos profundamente enraizados. Cuando les pregunto a algunas alumnas con las que tengo confianza sobre su buena relación con alumnos que suelen utilizar la violencia -en sus diferentes modalidades- con profesores y compañeros me dicen que esos alumnos considerados matones luego son los más de fiar y los que las protegen cuando vienen los del pueblo de al lado a amenazarlas. Me da miedo pensar que no parezcan darse cuenta de que de esta manera caen en la aceptación del bucle de violencia contra violencia y que serán mañana, quizá, víctimas ellas mismas.

Y aseguro que en la escuela hacemos todo tipo de formación en resolución pacífica de conflictos, prevención, desarrollo de habilidades sociales asertivas, modelos prosociales, etc. Colabora con nosotros la Guardia Civil, los jueces nos dan alguna charla. Trabajamos con las posibles futuras víctimas y también con los acosadores y abusones (el bullying está más presente que la violencia de género en las aulas pero su perpetradores seguro que confluyen en las futuras listas de violentos.) Pero es difícil constituirse para ellas en figuras de referencia en cuyo criterio confíen de la misma manera que los programas de las tutorías son vistos por el alumnado como una educación para la ciudadanía propia de alumnos cursis, beatos y bondadosos, nada interesante para ellos en una sociedad llena de películas y videojuegos violentos, por no hablar de las noticias en la televisión, donde el prestigio lo obtienen los varones agresivos mientras resultan poco atractivos los melindrosos.

La sociedad no es capaz de parar la violencia. No dudo de que lo intentamos. Pero seguimos frustrados cada 25 de noviembre. Quizá no valoramos cómo serían las cosas si no se hiciera nada. Quizá tuvimos expectativas de avanzar más rápidamente.

En fin, no todo es desalentador. Para no parecer tan pesimista les dejo un vídeo maravilloso ("Eres") que una compañera ha realizado para este Día internacional. Me lo agradecerán.

http://youtu.be/SGbkGn3ONDI

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