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Un recuerdo en "La Gaceta"
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Un recuerdo en "La Gaceta"

Actualizado 02/12/2014
Daniel Prieto

Si esta sección se llamara "Tiempo de conformidad" en lugar de "Tiempo de disidencias", no duden que sería mucho más sencillo para mí llenarla de todo tipo de obviedades. Pero desde que hace un año nuestro director en Salamancartvaldia, Juan Carlos López

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Esto de opinar de todo puede parecer una boutade si no explicamos lo que en realidad es el columnismo o el columnista. En primer lugar, la preparación necesaria para poder opinar no tiene nada que ver con las aulas. Cinco títulos no aseguran que una persona pueda escribir con acierto, gracia y sin espantar al lector. Por tanto, si esos títulos fueran necesarios, se escribiría para niveles culturales afines y nadie se percataría de esa babel de lectores que con dos años hablan, a los cuatro escriben y después, ávidos, no dejan de aprender toda su vida aunque sea sin una enseñanza reglada. Los datos, por supuesto, son necesarios, pero si la sucesión de éstos nos conducen al hastío, es mucho más inmediato acudir a la Wikipedia o al señor Google.

Durante muchos años, casi treinta, sin saltar la valla desde la parte técnica a la periodística, tuve de compañero en LG (o GL) al dramaturgo, escritor, gran periodista y sobre todo hombre culto y buena persona, Francisco Casanova. Amante de la poesía, tuvo entre sus lecturas al mexicano Amado Nervo, y en eso coincidíamos. Pero quería hablar de su sección en el periódico con el título "Me gustaría saber?" y el pseudónimo Septimio, que gozaba de bastante seguimiento en aquella época en la que Internet ni siquiera era un anfibio. En dicha sección Casanova contestaba cartas en las que le preguntaban sobre lo humano y lo divino y él siempre tenía una historia o unas palabras sobrias para satisfacer al lector.

Recuerdo un día que le dije: "Casanova, no se da cuenta que a veces emplea la coletilla de 'soy un lego en la materia' y después da toda una lección?". "Efectivamente, me contestó, no soy ningún sabio ni creo que para dar respuestas sea necesario. Pero una cosa sí es imprescindible: tener sentido común". Sabio consejo que nunca he olvidado ni olvidaré y espero que sirva a quienes crean que para los predicamentos haya que subir algún escalafón.

Pero ya que hablamos de mi amigo don Francisco ?yo nunca le llamé Paco?, un tema bastante recurrido en sus artículos fue el asunto catalán. Había entrevistado al presidente Tarradellas y y se había carteado con distintas personalidades de Cataluña, aparte de su admiración hacia "la culta y emprendedora sociedad catalana".

Pero a mí no me gustaba la ambigüedad de la burguesía catalana ?hoy, por lo crematístico, muchos han evolucionado del catalanismo a la independencia? y de ahí mi discrepancia con él, pero mi amigo siempre terminaba con alguna palabra amable. Y alguna vez, consciente de mis tendencias progresistas, bromeaba: "bueno, bueno, Fernando, lo malo tuyo es ser de derechas de toda la vida y que aún no te hayas enterado".

Hoy que ya no está en activo, me acuerdo de él a propósito de lo que se vive en Cataluña, porque el mejor Casanova, lleno de vitalidad, de acuerdo o no con él, eso poco importa, habría dicho cosas muy interesantes. Pero no puedo poner en su boca lo que hubiera pensado. Por mi parte, como una opinión de urgencia, coincido con los que piensan que si el catalá no creció con mayor fuerza fue debido a los fabricantes, industriales y comerciantes, que fueron por el mundo con la lengua que mejor podía realizar sus transacciones, y lo mismo podemos decir de escritores y poetas, que prefirieron llevar sus relatos y poemas en un vehículo que marchaba con mayor velocidad y se llamaba castellano.

Por supuesto no tengo nada contra los catalanes y seré el primero en alegrarme si un día celebran un plebiscito formal dentro de la Constitución, pero lo catalán tampoco estuvo ajeno a la estulticia, parecido al RH negativo del señor Arzallus. Su protagonista fue el doctor Bartomeu Robert, a la sazón alcalde de Barcelona, que a fines del XIX realizaba mediciones de cráneos para demostrar que la estirpe catalana era superior. ¡Qué diría hoy aquel hombre si se enterara que el semen de algunas zonas de Cataluña es pobre en espermatozoides! ¡Se volvería a morir!

Como le gustaba titular a Casanova muchas veces: "Así es, si así os parece".

Nota: En la fotografía de cabecera, veinticinco años atrás, aparecen Francisco Casanova y el autor de este artículo, Fernando Robustillo, extrabajador de La Gaceta, con sus respectivas esposas, en una comida de Navidad.

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