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La ancianidad y la memoria
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La ancianidad y la memoria

Actualizado 30/11/2014
José Román Flecha

El domingo 28 de septiembre de 2014 la Plaza de San Pedro se llenó de miles de ancianos. Habían llegado de todo el mundo para celebrar una jornada organizada por el Pontificio Consejo para la Familia en honor de la tercera edad. Entre ellos estaba también el Papa emérito Benedicto XVI.

El Papa Francisco comenzó afirmando que "la vejez es un tiempo de gracia, en el que el Señor nos renueva su llamada: nos llama a custodiar y transmitir la fe, nos llama a orar, especialmente a interceder, nos llama a estar cerca de quien tiene necesidad?"

Su discurso se podría resumir en tres puntos que reflejan la situación actual de los ancianos y una lamentable actitud social ante ellos. En primer lugar recordaba a los ancianos que viven en el seno de la familia. Es esta una ocasión de gracia, puesto que "los ancianos, los abuelos tienen una capacidad para comprender las situaciones más difíciles".

Aludiendo al salmo 128,6 añadía el Papa que "a los abuelos, que han recibido la bendición de ver a los hijos de sus hijos, se les ha confiado una gran tarea: transmitir la experiencia de la vida, la historia de una familia, de una comunidad, de un pueblo; compartir con sencillez una sabiduría y la misma fe: ¡el legado más precioso!"

Ahora bien, otros ancianos viven en residencias. A ellas se refería el Papa Francisco diciendo: "Bienvenidos los hogares para los ancianos? con tal de que sean verdaderos hogares y no prisiones. ¡Y que sean para los ancianos y no para los intereses de otro!" Como para aclarar su pensamiento, añadía a continuación: "No debe haber instituciones donde los ancianos vivan olvidados, como escondidos, descuidados?"

Pero más interesante aún era la orientación pastoral que sugería: "Las casas para ancianos deberían ser los pulmones de humanidad en un país, en un barrio, en una parroquia; deberían ser los santuarios de humanidad donde el viejo y el débil es cuidado y protegido como un hermano o hermana mayor".

En un tercer momento el Papa evocaba la categoría del descarte, que recuerda con tanta frecuencia: "¡Cuántas veces se descarta a los ancianos con actitudes de abandono que son una auténtica eutanasia a escondidas! Es el efecto de una cultura del descarte que hace mucho mal a nuestro mundo. Se descarta a los niños, se descarta a los jóvenes porque no tienen trabajo, y se descarta a los ancianos con el pretexto de mantener un sistema económico 'equilibrado', en cuyo centro no está la persona humana, sino el dinero. ¡Todos estamos llamados a contrarrestar esta venenosa cultura del descarte!"

El equilibrio al que el Papa se refiere con evidente ironía es, en realidad, el signo más claro de la pérdida de valores y del desequilibrio moral de nuestra sociedad. Con razón pudo concluir diciendo "Un pueblo que no custodia a los abuelos y no los trata bien es un pueblo que no tiene futuro? porque pierde la memoria y se arranca sus propias raíces".

LA VENIDA DEL SEÑOR

Domingo 1º de Adviento. B

30 de noviembre de 2014

"Ojalá rasgases el cielo y bajases, derritiendo los montes con tu presencia" (Is 64,1). Ese grito, que se encuentra en la tercera parte del libro del profeta Isaías, parece reflejar una situación de angustia y una gran esperanza. Y así es. Incluido en la primera lectura de la misa hoy, nos introduce de lleno en el espíritu del Adviento.

El profeta observa con preocupación la infidelidad de su pueblo. Son muchos los que andan extraviados. Dan muestras de tener un corazón endurecido. No invocan el nombre del Señor ni se esfuerzan por aferrarse a él. Lo admitan o no, son víctimas de sus propias culpas. Pero el profeta reconoce que nadie hace tanto por su pueblo como el mismo Dios.

Por eso el profeta se dirige a él con una asombrosa confianza: "Señor, tú eres nuestro padre, nosotros la arcilla y tú el alfarero: somos todos obra de tu mano". Y le pide que rasgue los cielos y se haga presente con su salvación en medio de su pueblo. Un anhelo que recoge el salmo responsorial al repetir: "Ven a salvarnos? ven a visitar tu viña" (Sal 79).

LA ESPERA Y LA TAREA

También en el evangelio que hoy se proclama aparece por dos veces la alusión a la venida del dueño de la casa (Mc 13,33-37). Es muy clara e intuitiva esa breve parábola de Jesús. Nos presenta a un patrón que se va de viaje, asignando una tarea a cada uno de sus criados y encargando al portero de la casa que esté atento para recibirle a su regreso.

Como se ve, el patrón no señala al partir el momento en que volverá a su casa. Este dato es muy importante. Él es el dueño de la casa y no pretende desentenderse de ella. Es su casa y quiere encontrarla abierta al regresar de su viaje. Él es el señor y quiere que sus criados cumplan con su misión siempre y en todo momento.

La parábola tiene una aplicación inmediata a este tiempo de Adviento que hoy comienza en la Iglesia latina de rito romano. Este es el tiempo que nos recuerda nuestra vocación a la esperanza. Nuestra fe nos lleva a vivir aguardando la venida del Señor y la manifestación de su reino en la tierra. Pero no esperamos en la ociosidad. Se nos ha confiado una tarea concreta.

EL SUEÑO Y LA VIGILA

Por tres veces aparece en el evangelio de hoy la exhortación a la vigilancia. El dueño de la casa sabe de sobra que la rutina en el trabajo y el olvido de las tareas pueden generar sopor y somnolencia. Pero es preciso mantenerse despiertos.

? "Vigilad, pues no sabéis cuándo es el momento". Es verdad que no sabemos cuándo se manifestará en su plenitud el reino que esperamos. Además, sufrimos la tentación de olvidar la importancia definitiva del momento que vivimos en el presente.

? "Velad, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa". Casi siempre creemos que hay que velar, porque tememos la venida del Señor como la amenaza de un castigo. Pero olvidamos que también se mantiene en vela quien espera a la persona amada.

? "Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad!" La exhortación de Jesús se dirige a cada uno de nosotros. No podemos vivir en la acedia ni en el pesimismo estéril, como dice el Papa Francisco. Esperar es operar. Aguardar la venida del Señor nos lleva a vivir con generosidad la vocación al amor y el compromiso con la vida, con la verdad y la justicia.

- Padre nuestro celestial, todos los días te pedimos que venga a nosotros tu Reino. Que tu espíritu nos mantenga despiertos para escuchar el Evangelio de tu Hijo. Y que la espera de su manifestación nos lleve a vivir en la fe y diseñar una sociedad más humana. Amén.

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