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Constitución del 78: de la ley a la ley
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Constitución del 78: de la ley a la ley

Actualizado 30/11/2014
Aniano Gago

Estaba servidor haciendo la mili cuando se celebró el referéndum de la actual constitución. Era el 6 de diciembre de 1978.(¡Qué tiempos, qué costumbres!). Uno era joven, pobre e indocumentado, que diría García Máquez, pero tenía algo fundamental en la vida: ilusión. ¿Quién a los 20 años no tiene fuerza y siente bullir la sangre?, como argumentaría Joan Manuel Serrat. Pues eso. Eran tiempos llenos de esperanza, de renovación y de emoción. Y no hay que olvidar que por mucho que quiera mandar la razón, a la hora de la verdad lo que nos mueve es el corazón. Le damos vueltas y vueltas a todo, razonamos cada acción, pero la mayoría de las veces tomamos la decisión que nos mandan los sentimientos. Queremos a los padres por el cariño que nos provocan, nos hacemos amigos porque nos caen bien y amamos a la primera novia y a la mujer por algo que no sabemos concretar con palabras.

En aquellos días ( y siempre) "el espíritu militar nunca me supo levantar." Pero era una obligación y los deberes hay que cumplirlos. Todo por la patria. Así fue como me tocó velar armas por la democracia aquella jornada, de la misma manera que antes había vivido desde dentro de la Academia de Infantería de Toledo, el súmmun del militarismo español, cetme en mano y correajes puestos, la muerte de Franco. Y es que la vida te sitúa donde quiere. Uno muchas veces no es más que un número obediente. En el cuartel Viriato de Zamora, siempre lo recordaré, había una placa con aquellos versos de Calderón tan claros en su objetivo: "Aquí la más principal/ hazaña es obedecer/y el modo como ha de ser/ es ni pedir ni rehusar?". Pues eso.

El caso es que al mando del teniente Tejedor fui enviado a Sanabria, cerca del lago, a vigilar las enormes líneas eléctricas que desde los saltos gallegos y zamoranos aquellas llevaban energía a las industriosas Madrid y Barcelona ( aún siguen haciendo esa función). Nos encargaron las autoridades militares, competentes por supuesto, vigilar aquellas líneas por miedo a ETA, que en aquellas fechas tenía una actividad terrible. Así fue como de poste en poste íbamos los pobres soldaditos buscando algún objeto sospechoso. Afortunadamente no encontramos ninguno.

Siempre, en cualquier caso, tendré la conciencia tranquila de haber cumplido con mi deber. El referendum era algo fundamental en aquella España de transición, y había que defenderlo incluso con aquel fusil de asalto de repetición, bastante hambre en el estómago y un entusiasmo desconocido en el cuerpo.

Fue una jornada extraordinaria, una inmensa mayoría dijo sí, no hubo incidentes a reseñar, y los españoles tuvimos la sensación de ser gente normal. Habíamos pasado de la dictadura a la democracia de forma ejemplar; sin peleas, sin sangre, (al margen del terrorismo) con mesura, desde la ley a ley. Un caso de estudio que sigue siendo de análisis en las universidades de todo el mundo. La España de Suárez era algo insospechado, un caso único. Por consenso de todas las fuerzas políticas.

Y así, desde entonces, desde 1978, los españoles nos regimos. La Carta Magna es la ley de leyes, de ahí emanan todas las demás. Para adelante y para atrás, para arriba y para abajo, para la derecha y para la izquierda, para el centro y para los laterales, para el Estado y para sus autonomías. Para todos. Esto, en una fecha como la que se avecina, el próximo sábado, es bueno recordarlo: sin voces, sin alharacas, sin estridencias. Hay que recordarlo sobre todo a los desmemoriados y a los que ahora consideran que esa constitución ya no vale y que se puede saltar a la torera.

Pues no; nada puede hacerse saltándose la ley. Otra cosa es que se cuestione y que se plantee que hay que reformarla. Eso entra dentro de la lógica, dentro de lo razonable y dentro incluso de las emociones más dispares. Ahí cabe todo: aquello se hizo por consenso y si algo cambia debe hacerse por otro consenso. Aquí por las bravas nunca ha salido bien nadie. La historia lo dice, la historia lo demuestra, una historia, la nuestra, muy cruel, muy convulsa, muy trágica. Lo del 78 fue una isla muy positiva en esa misma historia. ¿ Cómo vamos ahora a liquidar de mala manera lo que hicimos bien entre todos?

Por eso, desde la razón, y desde la emoción, me apunto a otra fecha como aquel 6 de diciembre de 1978: otro referéndum, otra constitución por consenso. Tan pronto como sea posible, sin prisas y sin pausas.

Lo único que siento es que cuando eso se produzca, (espero que así sea), servidor ya no estará en condiciones de patear kilómetros y kilómetros, abrazado el cetme y vestido de caqui. Por otra parte, afortunadamente. Entre otras cosas porque ya no hay que buscar bultos sospechosos de ETA y porque desde entonces han pasado tantas cosas que hasta "desapareció" el servicio militar.

Me queda decir sólo que "quien lo vivió lo sabe". Lo demás son ejercicios de chamanes, ciegos y desconocedores de nuestra historia, incluida la más próxima, la vivida, la que está ahí detrás, cerca, en las hemerotecas de hace muy, muy, pocos años.

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