Profesor de Derecho Penal de la Usal.
Serían las nueve y media de la mañana de aquél 20 de noviembre cuando antes de entrar en clase salió a la terraza del edificio el Director del viejo Instituto "Ataulfo Argenta" de Castro Urdiales (donde realicé mis estudios de Bachillerato) para comunicarnos a todos los alumnos que debido al luctuoso hecho de la muerte del Generalísimo se declaraban unos días de luto oficial y, por consiguiente, se suspendían las clases durante una semana. Lo del luto nos la "traía al pairo", pero de lo las vacaciones nos vino fenomenal tan sólo un mes antes de las Navidades.
Con la muerte de Franco cayó la última dictadura de la Europa occidental, pero el franquismo sociológico continuó, por desgracia, y pasados treinta y nueve años (tantos como los que estuvo el dictador en el poder) aún se manifiesta con virulencia en muchos sectores de nuestra sociedad. Incluso en algunos ambientes hay mas vestigios de ademanes autoritarios (sobre todo en el ámbito de las relaciones laborales empresario-trabajador o jefe administrativo-funcionario) en la actualidad que cuando se iniciaron las bases del Estado Social y Democrático de Derecho con la aprobación por Referéndum de la Ley Para la Reforma Política, en diciembre de 1977 y la entrada en vigor de la Constitución Española a finales de 1978.
En la esfera pública, aunque formalmente disfrutemos de los principios, valores y garantías de un Estado de Derecho que elige democráticamente a sus representantes políticos, la mayoría de nuestros gobernantes son los hijos y los nietos (biológicos y espirituales) de los dirigentes de la dictadura. En algunos supuestos, incluso, los sillones del poder y el báculo de mando lo ejercen las mismas personas del final de la dictadura. No quiero poner ejemplos (que está muy feo y "sacas los colores" a muchas personas implicadas), pero la conciencia ciudadana sabe perfectamente quienes son.
Una prueba irrefutable de que esto es así lo demuestra que el Gobierno de Rajoy ha derogado todas las subvenciones que se destinaron a las asociaciones de Recuperación para la Memoria Histórica desde que tomó posesión a finales de 2011. Miles de víctimas fusiladas en las tapias de los cementerios en la Guerra Civil y después de la misma siguen enterradas en las cunetas y, en el mejor de los casos, en fosas comunes, sin que sus herederos hayan podido darles una sepultura digna y homenajearlos como se merecen. Es el fatalismo de nuestra patria en la que, por otro lado, muchos de sus ciudadanos que se libraron de la ejecución pero no del abandono de sus verdugos, tuvieron que vivir (en algunos casos para siempre) en la tristeza y desolación del exilio.
La sombra de ese alargado ciprés que fue el franquismo ha dejado grabadas para siempre aquellas palabras proféticas de Ortega que reviven la realidad social de los españoles, "Dos Españas, señores, están trabadas en una lucha incesante: una España muerta, hueca y carcomida y una España nueva, afanosa, aspirante, que tiende hacia la vida y todo está arreglado para que aquélla triunfe sobre ésta. Porque la España caduca se ha apoderado de todos los organismos públicos". Esa España caduca es, por desgracia, la que nos gobierna y dirige las riendas de nuestro destino, o lo que hoy algunos denominan "la casta".
Necesitamos que esa "España nueva y afanosa" que formamos los sufridos ciudadanos despierte de una vez y ponga a cada político en su sitio, por las vías pacíficas, respetando el ordenamiento jurídico vigente y a través de mecanismos escrupulosamente democráticos. Sólo así acabaremos de una vez, no sólo con el neofranquismo político, sino también con los ademanes y costumbres de ese franquismo sociológico que impregna los jirones de nuestra vida cotidiana.
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