El sábado por la tarde noche ?horario adelantado teniendo en cuenta las características del concurso? se celebraba la edición de este año del Junior Eurovision Song Contest. Tranquilos, sé de sobra que ninguno lo vio. Con esta televisión pública tan entregada que tenemos a la cultura, qué remedio nos queda. Sigue sin entrarme en la cabeza que se nieguen a emitir/participar en Eurojunior, la única versión de Eurovision en la que hemos sumado Top5 siempre que hemos participado... pero, no contentos con desaprovechar nuestro podencial, nuestra tele sigue la misma estrategia que con el Eurovision de los mayores, pasar del tema hasta que los eurofans se calientan.
Menos mal que la fuerza de los eurofans es imparable. El sábado, sin posibilidad de seguir la emisión vía RTVE, nos lanzábamos a seguir el concurso gracias a eurovision.tv o la siempre fiable web de la SVT sueca. El resultado: #JESC2014, el hagstag oficial, se convertía en TT nacional durante casi todo el concurso, por delante del #NacePodemos y el fútbol. Aún nos queda esperanza.
El caso, para todos los que no lo vieron, es que se perdieron ustedes la mejor edición del Eurovision Junior de su corta historia. El ganador, el jovencisimo Vincenzo Cantiello, representante de Italia que debutaba a lo grande en la versión junior del concurso. Derrochando una profesionalidad que ya quisieran muchos de los mayores, se merendó el escenario con una canción sobre los primeros amores, versión ligeramente bilingüe para cumplir con los estándares, pero sin salirse ni un ápice de ese inconfundible sello musical italiano. No se lo pierdan:
Una joyita de muchacho, con un parecido destacable a Marco Mengoni, todo sea dicho... El caso es que la balada del italiano arrasó, por encima de alguna que otra propuesta que sonaba a plagio, otras que recordaban bastante a otras músicas, el repetitivo vestuario a lo Elsa de Frozen y el griterío del Arena cuando apareció en el escenario la representante de Malta.
Que me lo envuelvan para Reyes, que me lo pido. ¡Felicidades Vicenzo!
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