Que España no atraviesa su mejor momento es algo evidente. Nuestra historia está jalonada de altibajos, más o menos cruentos, de los que hemos ido saliendo, unas veces airosamente y otras con más voluntad que acierto. En cualquier caso la historia pasada de un pueblo es la experiencia vivida y, a la vez, el dato a tener en cuenta para no volver a tropezar en las mismas piedras.
Si admitimos el hecho de que la democracia es el menos viciado de los sistemas de gobierno, hemos de reconocer que nuestra experiencia no es de las más asentadas. Pequeños intervalos de los siglos XIX y XX pusieron de manifiesto lo efímero de cada momento, el poco convencimiento de gobernantes y gobernados y, casi siempre, la degeneración en sistemas muy distantes de lo que hoy entendemos por democracia. Cuando parecería que habíamos elegido el camino adecuado, cuando España ha entrado a formar parte del círculo de naciones serias, respetadas y con la potencialidad necesaria para mantener su status internacional, cuando ya parecían olvidadas viejas rencillas internas, el panorama se ensombrece porque lo que falla no es el sistema sino el hombre.
En poco más de tres décadas los españoles hemos sido capaces de culminar de forma ejemplar la transición desde la resaca de una guerra civil, con la consiguiente estrechez económica, limitación de libertades y escaso peso internacional, hasta un régimen parlamentario que ha sabido abrirse paso en medio de una situación económica nada favorable en la que más de un agorero presagiaba el final del experimento español. Teníamos ?y tenemos- el viento a favor y, por culpa de unos políticos indignos, estamos a punto de tirar todo por la borda.
Para los que no vivimos de la política, y únicamente aspiramos a que quienes dirigen nuestro destino lo hagan con dedicación y honradez, resulta muy triste el espectáculo de partidos políticos enzarzados cada día en la muletilla del "y tú más". No se empeñen en atacar al contrario porque casi todos deben sentir vergüenza. Dediquen su esfuerzo a limpiar su casa de indeseables, todos. Unos y otros se revisten de honradez delante de un micrófono, pero ya empezamos a no creerles. Hay demasiados corruptos agarrados todavía al sillón y, los que se van, lo hacen con todo puesto ?incluido el dinero-. Cuando hayan limpiado el ambiente irrespirable, pónganse de acuerdo, de una vez, para adoptar las medidas legales necesarias para que nadie pueda volver a intentarlo.
Dice el refrán que los experimentos ?y más en tiempos difíciles- con gaseosa. Esa historia de la que hablábamos al principio ha dejado bien patente el fracaso que supuso para España los experimentos populistas de otras épocas. Más de uno acabó con derramamiento de sangre entre hermanos y profundos retrocesos en las libertades, asistencia social y nivel de vida. La corriente secesionista que pretende anidar en algunas regiones, la falta de confianza del ciudadano de a pie y la irrupción de una abominable corrupción en quienes predican la austeridad ajena, está originando un sentimiento de pesimismo mezclado con revancha, capaz de acarrear un verdadero vuelco en los resultados electorales. La situación puede ser lo suficientemente relevante como para transformar las bases sobre las que se ha asentado el sistema hasta ahora. Salvo puntuales excepciones, PP y PSOE han estado gobernando en solitario, o con alianzas que no les supusieron excesivos condicionantes. Todo apunta a que esa situación sea poco probable. Si ninguno de estos partidos hegemónicos está dispuesto a tener que gobernar apadrinando programas salidos de las antípodas de su pensamiento, y cuyos resultados demuestran su rotundo fracaso allá donde se imponen, ahora están a tiempo de evitarlo con un pacto de Estado, previo a las primeras elecciones generales. No les queda tanto tiempo. No se tomen a broma el avance de los que pretenden contentar a los indignados prometiendo lo imposible y, por el bien de España, piensen fríamente lo que podemos y no podemos hacer.
La empresa Diario de Salamanca S.L, No nos hacemos responsables de ninguna de las informaciones, opiniones y conceptos que se emitan o publiquen, por los columnistas que en su sección de opinión realizan su intervención, así como de la imagen que los mismos envían.
Serán única y exclusivamente responsable el columnista que haga uso de nuestros servicios y enlaces.
La publicación por SALAMANCARTVALDIA de los artículos de opinión no implica la existencia de relación alguna entre nuestra empresa y columnista, como tampoco la aceptación y aprobación por nuestra parte de los contenidos, siendo su el interviniente el único responsable de los mismos.
En este sentido, si tiene conocimiento efectivo de la ilicitud de las opiniones o imágenes utilizadas por alguno de ellos, agradeceremos que nos lo comunique inmediatamente para que procedamos a deshabilitar el enlace de acceso a la misma.