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Saudades do Brasil
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Saudades do Brasil

Actualizado 27/10/2014
Lorenzo M. Bujosa Vadell

Usted está sentado con los auriculares puestos; unos de inmejorable factura cuyo nombre no hace falta mencionar. Escucha atentamente la sonata para violín en la mayor de un compositor belga cuyo nombre ahora mismo no interesa. Empieza el allegretto ben moderato, ve pasar a la gente justamente a su lado, pero no la mira, no le hace falta más que dejarse llevar por esos maravillosos acordes de novena.

A su lado se encuentra una preciosa joven brasileira que vuelve a la casa de su novio en Lausanne, donde habitualmente reside. Tiene en sus manos un apasionante libro de Ubaldo Ribeiro y puestos unos cascos cuya marca no merece ser aludida. Escucha a Darius Milhaud; una suite de aire sudamericano que no es necesario nombrar. Lee sólo a ratos y mira despistada a su alrededor. Ve a un joven que le gusta, y se pone a imaginar cosas que no es prudente aquí contar.

Al otro lado está un señor mayor, de Curitiba, que viaja con su señora. Tiene un hijo en Alemania, donde estaban ya los orígenes familiares. Acaba de nacer su primer nieto y va a viajar con toda la ilusión del mundo. Mientras tanto espera escuchando en su viejo aparato una valiosa grabación en directo de Tom Jobim, como siempre, como si fuera la primera vez.

Este narrador cuasi omnisciente, mientras va ordenando estas letras, se deja llevar por el ritmo contagioso de una samba cualquiera, póngale usted mismo el nombre si logra escaparse un momento del encanto de la sonata, que ya está atacando el allegro en re. Él también ve el pasar de las gentes, con sus mochilas, sus maletas y su sofoco.

De pronto, una estridente voz inoportuna, les avisa a todos de que hay un fusible en el motor que ha fallado. Usted no ha oído la palabra "fusible", pero es eso lo que ha entendido. Se está esperando al ingeniero aeronáutico que va a venir a cumplir la delicada tarea de sustituirlo. No pasa nada. Sólo un ligero retraso. No hace falta ni regresar al aeropuerto.

Al poco rato, cuando ya la sonata está tocando a su fin, el comandante les habla a todos de nuevo. Les dice que ha llegado el ingeniero y está procediendo con éxito a la operación prevista. Pero poco después lamenta anunciarles que ese no era el único problema, hay otros más que el detectado inicialmente y, por consiguiente, no hay más remedio que cancelar el vuelo. Es necesario que todos abandonen la aeronave, pasen por inmigración de nuevo, recojan su equipaje y acudan a la oficina de ventas de una vieja compañía de bandera cuyo nombre, por si se le ocurre a alguno dejar escapar algún adjetivo poco agradable, no es prudente expresar.

El desconcierto le impide a usted seguir como quisiera el quinteto en fa mayor; a la muchacha la danza "Tijuca"; al señor la samba de uma nota só, mientras suena por las tiendas del duty free el Ai se eu te pego, que canta un joven al que sería superfluo citar.

Después de una azarosa carrera en la que les han indicado en orden dudoso que fueran por la derecha, por la izquierda y por el centro, ha olvidado ya usted a César Franck y se dedica a correr por los pasillos en pos de no sé sabe bien qué. Delante le sigue la chiquita que no abandona sus cascos y ya va por la danza undécima "Laranjeiras". El señor de Paraná ha dejado prudentemente la música y se dedica a calmar a su mujer, desconcertada ante un inseguro futuro inmediato.

Los empleados de la afamada línea aérea europea contemplan el caótico panorama, con su sonrisa impoluta y su incapacidad manifiesta. Se han organizado tímidamente unas filas según criterios inciertos, filas que se fusionan, se separan y se vuelven a fusionar. Tras varias horas en que todas las músicas ya son ajenas a nuestros protagonistas, el pasaje ha entendido ?maravillas de la naturaleza humana- que debe buscarse la vida, pregunta a quien puede y poco a poco van acomodándose las cosas tras horas y horas de fracaso.

Todos ellos vuelven a pasar los controles de seguridad por enésima vez, muestran pacientemente de nuevo el pasaporte en inmigración, y vuelven a salir de este exuberante país hacia un avión en condiciones. Han salido y entrado varias veces de este país acogedor, y ahora que están fuera oficialmente por un largo tiempo, hasta usted se ha pasado a escuchar Eu sei que vou te amar del gran poeta que no hace falta referir, porque todos tienen ya añoranza por lo que acaban de dejar.

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