Regeneración

La prisa mediática y reticular a la que nos estamos acostumbrando, la inmediatez que nos estresa es posible que no nos dejen ver la extensión del bosque en el que habitamos. El bosque es España, ese país medio tirando a grande que es fruto de una historia común, de éxitos magros y fracasos épicos y, en los últimos tiempos, de un gigantesco esfuerzo de la sociedad en su conjunto y de la mayoría de los ciudadanos en particular.

Cierto es que, viviendo dentro del bosque, tropieza uno a menudo con árboles viejos otrora lozanos y ahora podridos. ¿Hay que quemar el bosque para sanearlo? ¿Bastará con clarearlo talando los degenerados para que no roben luz y nutrientes a los nuevos?

El fuego es ciertamente purificador y la Naturaleza tiene la costumbre de volver por donde solía, más o menos setenta años después, que son los que pasaron ?año arriba o abajo-, por ejemplo, desde la Revolución rusa a la caída del muro de Berlín. Este escenario incendiado estaría bien si el bosque no estuviera habitado por animales y por seres humanos, que tienen derecho a pastar libremente sin sobresaltos o a construir su vida conscientemente sin necesidad de esperar setenta años, ni siete, al rebrote primaveral que necesariamente sigue a los apocalipsis y a los diluvios.

La sociedad española está convocada a un esfuerzo de regeneración de modo que el bosque no se convierta en una soledad desértica y oscura poblada de aullidos, sino en un hogar más habitable para generaciones presentes y futuras. Yo confío y apuesto porque vamos a emprender entre todos un esfuerzo de regeneración: la Corona va a volver a estimularnos con su inteligencia moderadora; el PP ?son los que ahora gobiernan, es lo que hay- va a purificar sus filas y sus cuentas; el PSOE hará lo mismo, incluso en Andalucía, aunque la mayoría no se lo reclame; los nacionalistas harán, por fin, un esfuerzo de racionalidad y análisis de intereses y sabrán compaginar los sentimientos con las realidades; la Iglesia se meterá ?nos meteremos, no sólo los curas y obispos, sino los religiosos y los laicos, todos- en la estela de Francisco sin miedo a equivocarnos; los empresarios y los sindicatos adquirirán sentido social y sentido del bien común, que sentido común ya tienen. Quedan otros muchos flecos en el camino ?indicaré solo algunos de los míos: ¿a qué partido puedo votar, llegado el momento, si ninguno apoya a la familia ni a la clase de religión, ninguno apuesta claramente por la vida y no veo claro quién va a tener en cuenta las necesidades y la dignidad de los pobres? Son cosas importantes, pero me animaría a votar al mal menor si aprecio un auténtico esfuerzo de regeneración.

No podemos echarle la responsabilidad solo a los que mandan o a los poderosos. Cada ciudadano estamos llamados a un esfuerzo de confianza, honradez y huida de la picaresca. Y a escucharnos unos a otros, que nadie está totalmente ayuno de razón y todos tenemos razones, hasta los 'incendiarios'.