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La evangelización según Pablo VI
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La evangelización según Pablo VI

Actualizado 19/10/2014
José Román Flecha

La exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, de Pablo VI fue publicada el día 8 de diciembre de 1975, décimo aniversario de la clausura del Concilio. El documento se refiere a la cuestión fundamental que la Iglesia se plantea hoy, como es su propia capacidad para anunciar el Evangelio e insertarlo en el corazón del hombre, con convicción, con libertad de espíritu y con eficacia (cf. EN 4).

Jesús mismo es el evangelizador y el evangelio de Dios. Anuncia el reino de Dios, algo tan importante que hace que todo se convierta en "lo demás" (EN 8). Nacida de la misión de Jesucristo, la Iglesia es a su vez enviada por Él como un signo, opaco y luminoso a la vez, de la presencia de Jesucristo. El Papa añade que "la tarea de evangelizar no se cumple sin la Iglesia, ni mucho menos contra ella" (EN 16).

Pero ¿qué es la evangelización? Según Pablo VI, "evangelizar significa para la Iglesia llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro, renovar a la misma humanidad". Es decir, "alcanzar y transformar con la fuerza del Evangelio los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad, que están en contraste con la palabra de Dios y con el designio de salvación" (EN 19).

Pablo VI refleja una de sus grandes preocupaciones, al afirmar que "la ruptura entre Evangelio y cultura es sin duda alguna el drama de nuestro tiempo". La evangelización exige: "renovación de la humanidad, testimonio, anuncio explícito, adhesión del corazón, entrada en la comunidad, acogida de los signos, iniciativas de apostolado" (EN 24).

Tras referirse a los medios, a los destinatarios y a los agentes de la evangelización, escribe Pablo VI que "evangelizar no es para nadie un acto individual y aislado, sino profundamente eclesial". Y, por otra parte, "ningún evangelizador es el dueño absoluto de su acción evangelizadora", y no puede cumplirla según sus propios criterios, sino en comunión con la Iglesia y sus Pastores (EN 60).

Finalmente, afirma que "no habrá nunca evangelización posible sin la acción del Espíritu Santo". Con su estilo incisivo, el Papa recuerda que a los evangelizadores se nos pregunta: "¿Creéis verdaderamente en lo que anunciáis? ¿Vivís lo que creéis? ¿Predicáis verdaderamente lo que vivís?" Así pues, se impone un estilo de "sencillez de vida, espíritu de oración, caridad para con todos, especialmente para los pequeños y los pobres, obediencia y humildad, desapego de sí mismos y renuncia" (EN 76).

Uno de los pensamientos más famosos de Pablo VI es este: "Los hombres podrán salvarse por otros caminos, gracias a la misericordia de Dios, si nosotros no les anunciamos el Evangelio; pero ¿podremos nosotros salvarnos si por negligencia, por miedo, por vergüenza? o por ideas falsas omitimos anunciarlo?" (EN 80).

DIOS Y EL CÉSAR

Domingo 29 del tiempo ordinario. A.

19 de octubre de 2014

"Te llamé por tu nombre, te di un título, aunque no me conocías. Yo soy el Señor y no hay otro; fuera de mí no hay Dios" (Is 45,4-5). Es sorprendente este texto que se encuentra en la segunda parte del libro de Isaías. Estas palabras de Dios no se dirigen a un rey de Judá o de Israel, sino a Ciro, rey de los persas, al que el profeta califica como "Ungido por Dios".

Es cierto que el texto habla de este rey, que vendría a derribar los restos del imperio de los babilonios y a devolver la libertad a los pueblos que ellos les habían arrebatado. Ciro, en efecto, promulgaría el edicto que permitía a los hebreos regresar a sus tierras y reconstruir la ciudad de Jerusalén.

Pero el texto habla sobre todo de Dios. Él es el Señor de la historia. La altanería de los poderosos no significa nada en su presencia. Es llamativa esa repetición: Dios elige a Ciro aunque Ciro no conoce a Dios. Es decir, el poder viene de Dios. Y Dios utiliza el poder humano para darnos a conocer sus planes divinos.

VERDAD E HIPOCRESÍA

Al poder de los gobernantes se refiere también el evangelio que hoy se proclama (Mt 22,15-21). Conocemos bien la escena. Aunque habitualmente no se llevan bien entre ellos, los Fariseos se unen por esta vez a los partidarios de Herodes para tender una trampa a Jesús.

Pretenden halagar a Jesús, reconociéndolo como Maestro y subrayando al menos tres de sus virtudes. Admiran su sinceridad, la rectitud con la que enseña el camino de Dios y su independencia de juicio, que no se deja arrastrar por la acepción de personas. Los creyentes sabemos que una vez más, los enemigos de Jesús decían más de lo que sospechaban.

Tras esa florida introducción, llega la pregunta: "¿Es lícito pasar impuestos al César o no?" Seguramente los emisarios pensaban que el Maestro no tenía salida alguna. Si se negaba a pagar impuesto al Imperio Romano, podía ser denunciado. Si apoyaba el sistema de impuestos no podría presentarse como un salvador de su propio pueblo.

LA LEY Y LOS PRIVILEGIOS

Jesús intuye los sentimientos de quienes preguntan y los acusa de hipócritas. Un piadoso israelita no debía llevar monedas acuñadas con imágenes humanas. Pero evidentemente estos tentadores que se mostraban como piadosos transgredían tranquilamente la Ley. Los que reconocen la sinceridad del Maestro no viven con sinceridad. De ahí la respuesta de Jesús:

? "Pagadle al César lo que es del César". En muchos lugares y en todo tiempo los gobernantes suelen mirar con recelo a los cristianos. Piensan que no pueden fiarse totalmente de ellos. Pero los cristianos saben que es un deber de justicia y de caridad colaborar lealmente en la búsqueda y realización del bien común de la sociedad.

? "Pagadle a Dios lo que es de Dios". Sin embargo, ya desde el primer momento, los cristianos han aprendido que no siempre las leyes humanas persiguen el bien común. Si las leyes tratan de favorecer a los privados, se convierten en "privi-legios", como ya decía San Isidoro. En esos casos, se impone la objeción de conciencia.

- Señor Jesús, también nosotros reconocemos tu sinceridad y tu libertad. No permitas que nos engañemos a nosotros mismos adorando a los poderes de este mundo y ayúdanos a ser fieles a la Ley del único Dios. Amén.

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