Tic, tac, tic, tac...

Seguro que os sabéis lo de "este puente lo pienso utilizar para hacer todo lo que tengo atrasado" o "este puente me estudio tantos temas" o el tan manido "este puente termino todos esos trabajos que tengo amontonados encima de la mesa".

Lo que suele pasar, también lo sabéis, es que al final de los finales llega el último set del puente y no se ha hecho nada de nada de lo que tanto se pretendía. El trabajo, que no era un triste montoncillo sino el Everest en forma de folios A4, sigue acumulado en una esquina de la mesa. La ropa para la plancha sigue ahí, esperando ansiosa su turno con la mayor de las ansias. El trabajo atrasado lo sigue estando, ahora con cuatro días más de intereses a su cargo y la conciencia...

La conciencia chirría, grita, clama, suplica y ruega al Altísimo que, por favor, le perdone tanta dejadez, desidia y, si puede ser, a la mañana siguiente todo haya sido un mal sueño y el montón de folios sobre la mesa haya menguado. Somos así de ilusos.

Normalmente, a mí me pasa, si me da por remediar mi dejadez en las últimas ocho horas del puente un dolor de cabeza monumental me ataca. A veces me parece oir la voz del Todopoderoso: "si no lo has hecho antes, no lo vas a hacer ahora. Te jorobas". A la que yo, rebelde, respondo: "Es que tenía que santificar las fiestas, tú lo dijiste." La conversación sigue con un: "el deber es lo primero". "Qué morro, los judíos descansan los sábados...". "Tú no eres judía". "Claro que no, soy física y no sé qué hago hablando contigo".

Un ibuprofeno suele quitarme los dolores de cabeza y los delirios. Ojalá quitase los de grandeza también, que se lo metíamos en vena a muchos... El caso, no me voy a alargar más, es que ahí estoy, en las ocho últimas horas de puente escribiendo a toda prisa mi contribución a la prensa provincial. Lo confieso, casi no llego, pero no quieran ustedes saber todo lo que hay amontonado encima de mi mesa... y lo que me va a doler la cabeza esta tarde como castigo del Supremo Legislador, que nos brinda estupendos puentes y luego despierta nuestra conciencia a última hora. Ya podía llamar antes.