Quiero ser guionista de Águila Roja

Lo digo muy en serio. No hay que preocuparse del rigor histórico, ni del vestuario, ni siquiera de la cronología de lo acontecimientos, dentro de todas las opciones posibles para tejer una trama, la más absurda es la mejor. Tampoco tiene mucha importancia que el desenlace sea lógico o simplemente posible, te lo cuentan, te lo crees, y punto.

Gracias a esta serie nos sumergimos en un mundo donde disfrutar de un ninja justiciero camuflado como maestro en un barrio del Madrid de los Austrias; y aunque desconozco los servicios públicos que ofrecía el Madrid del XVII a sus vecinos, dudo mucho que existiera algo parecido a una escuela pública a la que asistieran juntos hijos de criados y de nobles. Para las y los que nos gustan los maduritos, podremos alegrarnos la vista con un Felipe IV apuesto e inteligente, nada que ver con el narigón de labio caído y mirada estúpida que nos muestran los cuadros. Los amantes de la moda podrán apreciar la mayor colección de escotes de vértigo de la historia de la televisión; las protagonistas, ya sean damas o sirvientas, compiten entre sí por lucir la mayor cantidad de piel posible de hombros, brazos y parte superior del torso, vestuario que habría hecho las delicias que cualquier inquisidor de la época. Los aficionados al diseño de interiores descubrirán la curiosa peculiaridad del palacio de la marquesa de Santillana, donde nunca nadie canda las puertas por dentro, ni nunca nadie, ni siquiera el servicio, llama antes de entrar en una habitación; peculiaridad sin la cual resultarían imposibles las curiosas situaciones que en él se producen. Los que meditan sobre el continuo espacio?tiempo tendrán mucho en que pensar cuando observen dos escenas que, se supone, están sucediendo de forma simultanea, y sin embargo en una es de noche y en la otra de día; y también podrán hacer cálculos sobre la velocidad de la luz cuando vean a los personajes trasladarse, ya sea a caballo o andando, de la urbe al campo, y viceversa, en cuestión de segundos. Por no hablar del pobre cardenal Mendoza que parece el Pierrenodoyuna de los autos locos, tramando continuamente maldades para que ninguna le salga bien; o del vastísimo cuerpo de guardias reales, que mueren por docenas sin que nadie se preocupa de investigar sus asesinatos.

Pero una de las cosas más misteriosas es la ubicación de la guarida de nuestro superhéroe. Se supone que está en la mismísima vivienda del maestro, camuflada tras una trampilla bajo, o sobre, su propio dormitorio. Estando ubicada en una casa llena de gente que no para de entrar y salir, y siendo un cuarto repleto de velas que producen humo, luz, y un más que posible incendio, resulta milagroso que nunca haya sido descubierta. Como nuca ha sido descubierto nuestro protagonista cuando sale de su guarida, su casa, vestido de águila roja a lomos del caballo blanco que tiene en el corral y que todo el barrio conoce, y teniendo que atravesar, necesariamente, la atestada calleja donde vive.

Para ver Águila Roja hay que sentarse frente al televisor con la mente abierta, dispuesto a recrearse con el excelente trabajo de sus actores, y a dejarse sorprender sin juzgar, sin opinar. Solo entonces se podrá disfrutar de un rato de absoluta relajación intelectual, y de unas buenas risas.