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La lenta cola que atiende al modesto contribuyente
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LA MOSCA COJONERA

La lenta cola que atiende al modesto contribuyente

Actualizado 07/10/2014
Emilio Vicente de Paz

Y concluyo por hoy confesándote que ha más de tres meses que tengo, como la primera entre mis apuntaciones, el título de este artículo, que llamé: Vuelva usted mañana; que todas las noches y muchas tardes he querido durante ese tiempo escribir algo en él,

Al entrar en aquel establecimiento bancario, todo se veía grande, luminoso, con un lujo que a uno le hacía sentirse fuera de sitio, era como si estuviera entrando en un lugar casi sagrado, en el que debía estar agradecido por dejarle entrar. Se hablaba sin levantar demasiado la voz, sólo se oían murmullos, los brillantes suelos reflejaban las luces que iluminaban con profusión la amplia estancia, grandes cristaleras permitían la entrada del sol a raudales, a pesar de lo cual, las luces permanecían encendidas.

Había mesas repartidas por toda la sala, mesas repletas de papeles, teléfonos, ordenadores, impresoras? y no sé cuántos aparatos más. En alguna hay un funcionario, pero la mayoría están vacías, es como si hubiera sonado alguna alarma y los funcionarios hubieran salido precipitadamente dejándolo todo sobre la mesa. Pero no, el tiempo trascurre y a aquellas mesas no acude nadie. La gente se agolpa formando largas colas, con caras de resignación, en las pocas mesas en las que hay alguien que puede atenderles. La espera se hace tediosa, aquello no avanza. Una señora de cierta edad es atendida por el funcionario, que le da palique, ríen de vez en cuando. En la otra mesa un hombre joven departe amistosamente con el funcionario, es muy posible que mientras hablan el ordenador esté haciendo su trabajo, y ellos se limitan a esperar, pero el que espera se va impacientando, mira el reloj cada minuto, aquello no avanza. Cuenta las personas que hay en la otra cola. - Ese señor vino después que yo y ya le va a tocar -. Calcula, comprueba que cada dos personas atendidas en su cola, en la otra han despachado a cinco. Decide cambiarse, - aunque hay más gente delante, esta cola corre más y me atenderán antes -

La señora y el joven que estaban siendo atendidos, terminan sus gestiones y se van, la cola empieza a correr. - Ya me hubiera tocado de no haberme cambiado - El funcionario que atiende la nueva cola se levanta, camina en dirección de una zona de despachos, desaparece tras la puerta de uno de ellos. Es un chico joven con barba, seguro que los fines de semana se los pasa corriendo kilómetros y más kilómetros preparándose para alguna de esas carreras que hay todos los domingo, pero aquí se mueve con una lentitud desesperante. Pasado un tiempo, que al que espera le parece una eternidad, regresa con unos papeles en la mano, se los muestra a la persona que estaba atendiendo, hablan y hablan, aquello no se mueve, el hombre empieza a sudar, mira el reloj una y otra vez, - no me va a dar tiempo ? Comprueba, una vez más, que la cola que va más deprisa, siempre es la otra.

Piensa que es una vergüenza que una persona tenga que perder una mañana para que le den un dinero que es suyo. Los pensamientos se van agolpando: a toda esta gente la pagan con mi dinero, y los muebles y las cómodas sillas giratorias en las que se balancean complacidos, sin prisas, se las he pagado yo. Esta luz que están derrochando inútilmente, sin ninguna necesidad, también la pago yo. Hasta sus elegantes trajes y sus corbatas las pago yo. ¡¿Entonces por qué no me atienden como es debido?!

El hombre intenta protestar, pero no sabe dónde tiene que hacerlo, - si salgo de la cola para ir a protestar pierdo mi turno y además no me harán el más mínimo caso -. A pesar de que la rabia se va apoderando de él, aguanta, ya le queda poco, pero el reloj corre más que la cola, se le hace tarde, ya no puede esperar más, se va a marchar, cuando un acelerón de la cola le coloca el primero, por fin va a ser atendido, se acerca al funcionario, le sonríe complaciente, le va a decir algo pero piensa que para qué, al fin y al cabo él no tiene la culpa y tampoco le va a solucionar nada, le entrega la cartilla hace las gestiones y se marcha murmurando - El próximo día, el próximo día?-

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