Terapia rejuvenecedora, por Rubén Juy

Hace ya tiempo desde mi última aparición por este medio. El verano, el excesivo descanso, mezclado con dosis altas de calor, rayos de sol y, por qué no decirlo, un poco de ese letargo que nos entra a todos en los meses vacacionales, casi consiguen apartarme de uno de mis hobbies preferidos, la escritura.

Una vez de vuelta a la ansiada normalidad, he puesto todo a punto para un nuevo curso, he preparado mi cuerpo para nuevas experiencias y, cómo no, he retomado este bendito vicio que no podría abandonar aun proponiéndomelo.

Indeciso por cómo empezar esta nueva aventura no pude resistir la tentación de escribir sobre un tema simple, pero de notable relevancia en la sociedad en la que nos desenvolvemos a diario.

Asistiendo a una clase de Geriatría en mi facultad, el profesor se esforzaba, afanosamente, en que nos diéramos cuenta que las personas mayores son personas. Parece algo obvio para la mayoría, y lo es, pero os puedo asegurar que hoy en día hay una gran cantidad de gente que olvida cuanto valen esas personas que aun son personas.

Ojalá pudiéramos escucharles de verdad, no oírles que es distinto, escuchar todo aquello que gusta o desagrada a nuestros tesoros, sus preferencias, quejas, analizar esas miradas que transmiten lo vivido en tantos años.

Desde tratarles de "usted" hasta reír con cada "nueva" historia que nos cuentan. Es cuestión de educación tratarles con el respeto que se han ganado por cada año vivido, por cada batalla ganada y por cada derrota superada.

Las personas mayores están ansiosas de que les consideremos lo que son: importantes. ¡Hagámoslo!

Saludemos en cada encuentro, rocemos nuestras manos con las suyas, sintamos el calor de esos cuerpos aun deseosos de enseñar, de vivir y de hacernos vivir.

Cansados estamos de encontrarnos gente que desprecia a nuestros mayores, que los ridiculiza tratándoles como trozos estropeados de un puzzle inacabado, y no se olviden que son las piezas más importantes para que este gran rompecabezas comience a tener un ligero sentido.

En la vida vamos a pasar por diferentes estaciones. Dispondremos de la mayor felicidad en algunas, pero en otras necesitaremos la ayuda de quien pueda y quiera prestárnosla. Asistiremos a reuniones inútiles, haremos terapias nulas y muy posiblemente la mejor terapia la tengamos en nuestras manos.

Con el mero cariño de una mirada, con tan solo un abrazo reconfortante o una simple sonrisa, con solo eso ya tendremos un gran tramo del camino avanzado.

Por todo esto, la próxima vez que vean a una persona mayor, trátenla como se merece y sobretodo nunca la dejen de mirar, abrazar y sonreír, pues la mejor terapia es el cariño y el mejor terapeuta puedes ser tú.

¡Sean felices y nunca dejen de sonreír!

Rubén Juy Martín [@ruben_juy_9]

Estudiante