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Los tranquilos cocodrilos
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Los tranquilos cocodrilos

Actualizado 05/10/2014
Aniano Gago

El poder tiene siempre vocación al absolutismo. También en democracia. Cuando los señores políticos ganan las elecciones y se empiezan a instalar en sus despachos, viajan en coche oficial y manducan en más de un restaurante gratis descubren que sólo los muy ricos, los ricos de verdad, como era Botín, pueden permitirse esos lujos. La gran mayoría de empresarios, que manejan mucho dinero, no disponen ni de chófer ni de otras muchas prebendas que tienen los políticos. Por eso cuando alcanzan el poder parecen garrapatas en su ánimo de seguir y seguir en la poltrona.

Además el político que gobierna tiene la facultad de ordenar, dirigir y repartir bondad o maldad al ciudadano porque vivimos en una sociedad absolutamente política y politizada. Nada se mueve sin una decisión del político de turno y todos los ciudadanos y colectivos deben, antes o después, pasar por el despacho del poderoso. Bien en persona, bien a través de un intermediario o bien mediante la carta o el escrito correspondiente. Eso de la sociedad civil es un cuento chino: nadie se lo cree.

Así las cosas, además el poder cuanto menos territorio ocupa más manda, más domina, más control ejerce. La prueba está en las Comunidades Autónomas, modernas "taifas" donde el poder es de unos pocos que extienden su influencia a conmilitones y gentes cercanas de confianza.

El problema es que está estructura se alarga en el tiempo. El poder distribuye sus tentáculos como el aceite, lentamente, sin prisa, pero donde llega cala. Ante esto ¿qué se puede hacer para romper esa hegemonía política, de cualquier signo?.Lo más evidente es apelar a la oposición, que haya alternancia de poder, que haya movimiento del banquillo. Porque cuando otro partido llega a ese poder siempre hay una esperanza de cambio, tanto en la forma de gobernar como en los contenidos del gobierno a ejercer. Después, al poco tiempo, suele llegar la decepción, porque todos los gobernantes se contagian o están cortados por el mismo patrón, pero de momento el deseo es que cambien las caras.

El problema surge, mejor dicho, el problemón, cuando la oposición es débil o no existe. Es lo que pasa en muchos sitios, sin ir más lejos en Castilla y León. El PP gobierna desde hace más de 25 años(Aznar, Posada, Lucas y Herrera) mientras el PSOE no logra cuajar una alternativa eficaz (Quijano, González, Villalba, López) por muchos y variados motivos. Lo han intentado, pero han quedado muy lejos en sus objetivos.

Los socialistas gobernaron al principio, con Demetrio Madrid, pero después se han ido diluyendo como las pastillas de sacarina: solos, burbujeando, sin necesidad de revolverlos desde fuera. Una pena, porque la oposición es necesaria, no sólo para ejercer en las Cortes y en los medios de comunicación, para denunciar las tropelías del que gobierna o los errores de sus decisiones, sino como elemento de esperanza para el cambio.

El apoltronamiento de los que gobiernan en Castilla y León es evidente, palmario; se les ve cansados, agotados en muchos casos, pero aplican aquello de Joe Rígoli: "Yo sigo". Mientras las cosas estén como están, con una oposición tan débil, pueden seguir tomando el sol como los cocodrilos en las orillas de los ríos; nadie les molestará. Es más: durante mucho tiempo algunos socialistas de esta tierra se ha encontrado encantados en la oposición: meten a la "buchaca" tanta o más pasta que los que están en el poder, pero trabajando menos y con escasa responsabilidad.

Julio Villarrubia conoce bien esta realidad, tras su experiencia como secretario del PSCL-PSOE y sus peleas con Óscar López, quien además de portavoz en las Cortes de Castilla y León era nada menos que Secretario de Organización del PSOE nacional. Villarrubia, por estas y otras cosas, ya es pasado para hacer de los socialistas una alternativa al poder popular. Luis Tudanca, un poco antes o un poco después, ¿cambiará las cosas de aquí?.

Me temo que los cocodrilos pueden seguir tranquilos a la orilla del Pisuerga, el Tormes, el Duero, el Arlanzón, el Esla, el Bernesga, el Águeda, el Adaja, el Clamores, el Carrión y todas las demás vías fluviales de esta tierra. Hoy no puedo ser optimista.

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