Tu nombre, tu muñeca

Preside la vitrina de un armario en esquinera de mi casa (heredado de mis abuelos maternos y que siempre soñé tener, porque era donde mi abuelo Pepe, al que no pude conocer mucho, guardaba los caramelos con que nos tentaba al conde rocamora-mi hermano Ángel- y a mí al visitarlo, y es mi recuerdo más nítido de aquel hombre bueno) una muñeca antiquísima. Es la cosa más valiosa que hay en mi casa, es un presente que esperó mi nacimiento mucho antes de que nadie pudiera saber que yo existiría.

Esa muñeca, a la que miro todos los días, quizá solo por un instante, es un recuerdo constante de una mujer que me dio una de las mayores lecciones de mi vida, de ella aprendí que la confianza ciega no es utopía sino realidad cuando dos personas se conocen y se quieren.

Aquella mujer, que tenía sus defectos, como cualquier otra, tenía virtudes que para mí son ejemplo y guía. Era callada, extremadamente discreta, intuitiva, fuerte, trabajadora. Era todas aquellas cosas que la hicieron ser una mujer especial, al menos para mí, y sembrar un recuerdo que vivirá conmigo y que no tiene fin.

Me habría gustado tener más tiempo, quizá un imposible tiempo ilimitado, ese que deseamos todos tener con aquellos a los que amamos pero la vida es así, no hay que esperar tener lo incierto sino aprovecharlo cuando tenemos el privilegio de vivirlo.

Tuvo una vida difícil, perdió a su madre casi recién nacida y quienes de ella cuidaron también murieron antes de que se convirtiera en mujer. Luchó, con esa fuerza que la caracterizaba, sobrevivió a la guerra en un Madrid que nunca volvería a ser el que conoció y acabó en Salamanca, su ciudad de adopción, construyendo una vida junto a un hombre del que estaba muy enamorada y teniendo un hijo que fue su vida.

Era una mujer complicada, las circunstancias la hicieron precavida y bastante introvertida, pero era una mujer buena y esa característica definitoria de su carácter, junto a su fortaleza, la hacían distinta. Hay muchos momentos de mi vida, cuando la adversidad se presenta, en que pienso en ella, en que lo tuvo millones de veces más difícil que yo y sobrevivió a ello, y la tomo de ejemplo. Está conmigo, de forma muy real, a mí no me ha abandonado, sé que no lo hará nunca porque la siento muy cerca.

Mañana hace ya ocho años de una fatal llamada que anunciaba su muerte, pero en cada uno de los días que han transcurrido desde entonces, no he sentido su ausencia. Tardé un tiempo, bastante, en acostumbrarme a su compañía de esta otra manera, pero al tenerme que conformar con ello, he aprendido a tenerla en la distancia, hasta que volvamos a reunirnos?.si a mí, que no soy tan buena, me admiten en el cielo.

Y, Angelines, tu muñeca y yo (sé que tú también) esperamos que algún día una nueva destinataria que aún ni existe lleve tu nombre y herede tu muñeca, y lo haga con orgullo y con dignidad, con la seguridad de que su dueña, mi abuela, velará por ella como por mí lo haces cada día desde que marchaste.