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La conjura de los necios...
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La conjura de los necios...

Actualizado 01/10/2014
Andrés Barés

Podemos pensar que el mal de nuestro tiempo tiene su motivaciónl fundamental en una conducta que no aparece, por lo demás, en la relación con otros males: la necedad. La crucifixión de Jesucristo, según sus propias palabras, fue atribuido a la necedad. El no saben lo que hacen del pueblo lo perpetró. La necedad es sin lugar a dudas un enemigo peligroso, incluso más que la maldad.

Ante el mal podemos protestar, dejarlo al descubierto y provocar en el que lo ha causado cierto malestar o alguna sensación de arrepentimiento. Ante la necedad, por el contrario, ni la protesta ni la fuerza surten efecto. El necio deja de creer en los hechos e incluso en la crítica; se siente satisfecho de sí mismo, y si se le irrita pasa al ataque. Cuantas reuniones y cuantos proyectos han fracasado antes de empezar ante el invite del necio de turno, secundado por sus acólitos.

El necio, del latín nescius, el literalmente el que ignora o no sabe. Deberíamos permanecer en guardia contra el número cada día más elevado de nuestros congéneres necios. Cada día nos sale al paso un necio, por la mañana, por la tarde e incluso en ocasiones hasta más de uno se acuesta con la cabeza empanada por alguno de estos seres humanos.

Vivir así no merece la pena. La necedad es un defecto humano, un defecto integral de la persona, que pierde hasta su yo. Es un defecto que podemos pensar es intelectual, con un origen concreto y contra el que no carecemos de defensa, por lo demás Jesucristo perdonó al que no sabía lo que hacía, mientras que atacó duramente a los que violaban el templo o el corazón de un niño sabiendo bien lo que hacían.

Por ello en la necedad no debemos ver toda la causa de los males de estos tiempos, puesto que ni todos somos necios o ni todos somos inteligentes. Tampoco todos los necios son perversos ni todos los inteligentes altruistas. Mucho más que a la conjura de los necios, a la que estamos asistiendo, hay que empezar a temer a la conjura de los dotados de un buen coeficiente intelectual, y especialmente cuando se comportan en lo ético con la misma insensibilidad que el necio. En este terreno puede ser mucho más peligroso el listo que el estúpido. El exterminador metódico de lo primero que se le ocurra, como los nacionalistas, terroristas, y todos los ?istas que se nos ocurran, suelen ser una persona de este tipo. El mal capital de nuestro siglo tiene su causa en la apatía moral de los seres inteligentes.

La mente no es una mera función biológica del cerebro. Nos hace tenernos presentes y así seleccionar la información que nos interesa. El ser capaces de aprender de otra persona, analizar lo que ocurre a nuestro alrededor y sacar conclusiones propias, nos abre la posibilidad de tener un diálogo moral con nosotros mismos y los demás para resolver lo que nos ocurre cotidianamente. La ética está formada por un ejercicio constante del pensamiento. Desafortunadamente cada día hay más individuos que parecen incapaces de dar noticia de sí mismos. "Ser o no ser" he aquí la cuestión.

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