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Nosotros, tortugas, por Domingo Benito
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OPINIÓN

Nosotros, tortugas, por Domingo Benito

Actualizado 30/09/2014

"Ahora toca dejar de ser tortugas metidas en su concha y afrontar el futuro reconstruyendo ese nosotros"

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Llevo toda la semana pensando en las tortugas y, reflexionando, he llegado a la conclusión que hemos pasado muchas décadas acorazados, como las legiones romanas, en posición de tortuga para evitar las sacudidas de los proyectiles enemigos. Metidos en la concha de la individualidad, era difícil discernir lo que ocurría en el exterior. Nos metieron en la cabeza que había que pensar en uno mismo, que una mano invisible haría lo mejor para todos, como si el único dios verdadero fuera Don Dinero y sus designios no solamente estuvieran fuera de todo escrutinio, sino incluso de opinión o del propio análisis. Las cosas eran así, y así eran, y siendo de esta forma, todo lo que las contradijera se imponía como soberana tontería o ejercicio infructuoso.

Y metidos en la concha, el reconocimiento del nosotros era imposible. Nosotros supone vernos, y en la concha no se ve. Nosotros supone tocarnos, y en la concha no se toca. Nosotros supone hablarnos, conversar, y la concha impide oir, escuchar y hablar. Nosotros supone enfocar el futuro de forma colectiva, y en la concha el único futuro es seguir en la concha.

Por eso, metidos en nuestra concha, todo proyecto de construcción colectiva se ha tornado muy difícil. Mientras tanto, diversas plagas han ido mermando esa concha hasta que la insostenible situación ha hecho que debamos quitárnosla. No nos vale la concha si nos desahucian, no nos vale la concha si nos recortan la educación o la sanidad. No nos vale la concha si nos roban, porque entonces no tenemos concha y esa ilusión, ese espejismo se acaba.

Ahora toca dejar de ser tortugas metidas en su concha y afrontar el futuro reconstruyendo ese nosotros que es más que la suma de individualidades y que se traduce en anhelos, esperanzas, proyectos, aciertos y errores que deberemos asumir de forma colectiva.

¿Desde dónde empezar? ¿desde qué espacios articular esa construcción del nosotros? Yo lo tengo claro, desde la vida cotidiana. ¿Y qué espacios se encargan de la vida cotidiana? Los pueblos, las ciudades, los barrios.

Por eso es tan perversa la intención de dar todo el poder municipal a quien tenga un voto más, independientemente de lo que piensen y pesen los demás. Porque eso supone hacer impermeable el poder. Porque supone, en resumidas cuentas, ahondar en el caciquismo frente a la edificación de ese nosotros que tanta falta nos hace. Si, en el caciquismo, porque ese es el mayor peligro al que nos enfrentamos en la política del día a día, en la política cotidiana.

Ir a por el caciquisimo no es solamente luchar contra esa ley electoral que pretende hacer de los Ayuntamientos cortijos del Alcalde, sino actuar también contra los comportamientos caciquistas. Los de quienes se creen que las instituciones son de su propiedad, y no de los ciudadanos y ciudadanas que les han situado allí. O de quienes prefieren mover los hilos para hacer difícil la vida a la gente que puede buscarles las cosquillas. O de quienes utilizan su poder institucional para ayudar a sus amigos, colocándolos en determinados puestos.

El caciquismo es pensar que por tener un voto más puedes usar el rodillo, o que el poder se ejerce y no se negocia. O de quienes creen que en política solo hay números, y no sentimientos, formas, negociación y construcción de la confianza.

Decía Paulo Freire que no es posible dar clases de democracia y a la vez impedir que el pueblo participe del ejercicio del poder. La reforma electoral que el PP quiere poner en marcha busca dar clases de democracia impidiendo que el pueblo participe del poder. Instaurando por decreto algo que los ciudadanos aborrecen: las mayorías absolutas. Y facilitando, con las diversas reformas legales aprobadas en los últimos años, que esa mayoría absoluta se ejerza de forma absolutista.

Construir democracia es permitir que el pueblo participe en el ejercicio del poder. Y para eso no hay que centralizar el poder en pocas manos, como se pretende con los Alcaldes, que terminarán siendo casi dioses, sino generando contrapesos, facilitando el control democrático por la oposición y por la pluralidad. No se construye democracia limitando la pluralidad política, sino fomentándola. No se construye democracia, ni son nuevas formas de hacer política, suponer que algo es mayoritario cuando no lo es, o negándose a la tan democrática cultura del pacto, la negociación y la transacción. Una cosa es ganar democráticamente, otra muy distinta pretender arrasar cuando se tienen apoyos limitados.

Hace falta construir democracia y para eso es imprescindible, ahora que nos hemos despojado de las conchas, no volver a reconstruirlas, sino mirarnos, vernos, conversar? reconocernos. Porque solo si nos reconocemos será posible un nosotros. ¿Es que acaso existe algún proyecto político o social aceptable, decente, que comience con algo distinto que con "nosotros"?

Domingo Benito Lucas

Portavoz de IU en el Ayuntamiento de Ciudad Rodrigo

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