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El hombre que se quería morir al día siguiente
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LA MOSCA COJONERA

El hombre que se quería morir al día siguiente

Actualizado 30/09/2014
Emilio Vicente de Paz

Aquel hombre ya nació tarde, le esperaban y esperaban, pero allá en el seno materno, decidió nacer al día siguiente.

Luego, a lo largo de su vida todo siguió igual. En la escuela, quería ir al día siguiente, nunca se acostumbró a hacer los deberes para el día señalado, cuando los llevaba hechos ya no servían, porque los demás niños ya habían pasado de lección y los deberes a corregir eran otros.

Más tarde, decidió estudiar una carrera, porque le decían que era una profesión que tenía muchas salidas laborales, raro era el que la terminaba y no se colocaba en pocos meses. Cuando él la terminó ya estaban todos los puestos de trabajo ocupados, le fue imposible colocarse, pero no le importó demasiado, porque al día siguiente, se apuntó al paro, le llamaron unas cuantas veces, pero cuando acudía ya habían dado el trabajo a otro.

Se pasó toda su vida a remolque de su propia vida, nunca la alcanzó, por lo que sentía que vivía en un vacío constante. Tanto era así, que llegó a la iglesia al día siguiente de su boda, por lo que se quedó soltero para siempre.

Era como si viviera la vida de otro, de otro que hubiera nacido un día antes que él. En más de una ocasión pensó hacer un esfuerzo y adelantar su vida ese día que llevaba a remolque, pero cuando decidía poner el plan en marcha, siempre terminaba de la misma manera: lo haré mañana.

Vivió muchos años, cerca de los cien. A medida que se acercaba su último día, pensaba que lo dejaría para el día siguiente.

Una noche, entre sueños, vio que Átropos, la Parca que corta el hilo de la vida, afilaba las tijeras presta a cortarlo. Nuestro hombre le dijo que no tuviera prisa, que lo dejara para mañana. Pero el hilo estaba medido y la muerte no sabe de aplazamientos.

Tuvo unos segundos para repasar toda su vida, para darse cuenta de qué modo tan miserable la había dejado pasar. En ese momento entendió todo lo que no fue capaz de entender en cien años. Quiso rectificar, pero ya era tarde. La vida es un camino sin retorno, cada paso que das es un paso definitivo, un paso que ya nunca podrás deshacer. Aquello que no hagas en su momento, nunca podrás hacerlo, porque ese momento no volverá.

Pidió a la Parca que al menos le dejara escribir su experiencia para que otros no cometieran el mismo error. De nada servirá - le contestó Átropos - muchos son los sabios que lo han dejado escrito y ¿qué caso has hecho de ellos? Los hombres sólo aprenden con sus propios errores y cuando aprenden ya no les queda tiempo para rectificar.

Una enorme amargura se apoderó de él antes de exhalar su último aliento, no sólo por haber perdido su vida, sino por no poder comunicar a tantas y tantas personas que, ahora se daba cuenta, estaban cometiendo su mismo error.

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