Eso dice mi admirado Stephen Hawking, según la entrevista concedida en exclusiva a Pablo Jáuregui, periodista de El Mundo. ¡Enhorabuena al periodista! "No hay ningún dios. Soy ateo. Ningún aspecto de la realidad está fuera del alcance de la mente humana. La religión cree en los milagros, pero estos no son compatibles con la ciencia". Al hacer esta selección de frases, soy consciente de que puedo equivocarme al juzgar a Hawking pues, aunque ningún aspecto de la realidad esté fuera del alcance de la mente humana, la propia mente de Hawking forma parte de esa realidad y no seré yo quien me atreva a pretender conocerla exhaustivamente. Toda mente humana es real, las más de las veces contradictoria y trufada de motivaciones secretas que existen y son reales, pero difícilmente cognoscibles.
Puedo estar de acuerdo con que ningún aspecto de la realidad esté fuera de la mente humana. El espíritu científico, propio de la Modernidad, se asienta en un acto de voluntad: no voy a dudar de lo que, después de haber analizado todo concienzudamente, se imponga en mi mente como cierto. Y a mí se me impone como cierto que la fe y la ciencia no son incompatibles y que Dios y los milagros existen. Y si quiero ser moderno, no puedo dudar de lo que en mi conciencia, no solo en la tradición, se me impone como cierto y seguro.
Tampoco dudaré de que a mi admirado Stephen Hawking se le imponga lo contrario. Tenemos entonces una paradoja: su mente y la mía se ocupan de dos cosas que juzgamos reales, pero que son contradictorias entre sí: Dios es Padre ? no hay ningún Dios. Esto no debería ser un problema para un ser humano con mentalidad científica, pues las cosas pueden aparecer, a la vez, como lo mismo y lo contrario.
El problema tal vez estriba en que yo no sé la suficiente ciencia como para poder competir con Hawking, pero él sí tiene la suficiente experiencia espiritual como para llegar a una conclusión contraria a la mía -y a la de, más o menos, el 50% de los científicos actuales de primer nivel-, a saber, que Ciencia y Religión son compatibles, tal vez porque se ocupen de sectores diferentes de la realidad, que resultaría así mucho más amplia de lo que decimos los creyentes y de lo que afirman los cientifistas.
Y en cuanto a los milagros, la Iglesia católica los define como tales cuando, por ejemplo en una curación, no se encuentran razones científicas, en el estado actual de la ciencia, que expliquen esa curación por motivos naturales. Porque lo que está demostrado en ese caso es que lo que sí existe es la fe y un hecho incontrovertible: había una enfermedad, luego siguió una curación científicamente inexplicable y finalmente no hay esa enfermedad. ¿Forma esto parte de la realidad? Si fueran reales ambas cosas, fe y curación inexplicable, la mente humana debería ocuparse de entender esa contradicción.
Necesito escribir sobre la retirada del Proyecto de Ley de Defensa del concebido no nacido y de la mujer embarazada, pero antes debo dejar que la mente se enfríe un tanto y el corazón eclesial se caliente. Tal vez la próxima semana.
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