Algo tendrán las ferias de pueblos y ciudades cuando la gente las espera, ¿no? Días en que cada cual, dentro de lo que sus posibilidades le permitan, hace un esfuercito económico por salir y vivir esa sensación de fiesta que aleja los quebraderos cotidianos. Pues ya están aquí, un año más la ciudad se viste de casetas, la Plaza Mayor comparte escenario con grupos y músicos y el día parece no terminar hasta bien entrada la madrugada.
Me sorprendí leyendo que teníamos casi el privilegio de contar entre las actuaciones de estas noches con la visita del gran DJ Luciano. Y en fin, que comencé a preguntar entre mis conocidos que quién era, qué si lo conocían de algo?no sé, cualquier cosa sobre tal estrella de la que en mi vida había oído hablar. Tan desconocido como para mí era para todos los que pregunté y, entonces, comencé a leer información sobre su mundial fama y las exclusivas ciudades en que se tenía el privilegio de escuchar su música.
Salí el sábado por la noche, ya con la clara intención de no acceder a la Plaza Mayor, dado que las noticias que había podido leer sobre el artista y lo que hacía no sólo es que no me atrajeran nada, sino que me invitaban a alejarme de lo que a su alrededor podía prepararse. Efectivamente, en los alrededores del ágora, lo único que podía verse eran jovencitos, casi adolescentes, en un estado de embriaguez y quién sabe si más cosas, que vestían las calles de la ciudad en fiesta en un espectáculo bochornoso, y cuando menos muy alejado de la imagen que yo querría que de mi ciudad se proyectara.
Lo comenté con mi amiga, Irene, extremeña, que hasta aquí se acercó a disfrutar de las fiestas, y me comentaba, un poco alucinada, que a quién se le ocurría, en una ciudad como esta y en ese escenario traer a un artista de tales características, más propio de discotecas que de uno de los marcos más hermosos del mundo ¿Y qué le iba a decir yo? Que le sobraba razón.
No me considero conservadora ni estoy cerrada a tratar de innovar en búsqueda de cualquier gancho que consiga atraer turistas a nuestra decaída ciudad, pero no voy a entender que conviertan la Plaza Mayor de Salamanca en una cutre discoteca. La ciudad ha tratado de adaptarse a los cambios de la demanda y ha llenado de casetas la ciudad, donde amigos y familias pueden compartir, y comparten, bebida, comida y charla. Mantiene, aunque cada año se sienten menos, algunas tardes de toros. Y sigue viviendo las atracciones de la Aldehuela y el circo, como toda la vida. Puede y debe entremezclarse la tradición con lo que de novedad pueda beneficiar las ferias y la ciudad, pero con cabeza, señores, que parece que Salamanca cada vez tiene menos de ciudad universitaria y más de pueblo.
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