Cuando estoy en una cafetería y observo a mi alrededor, aprecio cómo está cambiando la hora del café. Veo gente sentada entorno a una mesa cada uno con su respectiva consumición, pero con el teléfono móvil al lado, o en el peor de los casos entre las manos.
¿Qué está sucediendo? ¿Nos estamos dejando arrastrar por la nueva tecnología y no tenemos ni unos minutos para disfrutar de una buena compañía y de una buena conversación?
Este fenómeno me preocupa y me hace reflexionar, los medios nos están dominando, estamos perdiendo el control de nuestro tiempo y de nuestras relaciones sociales.
Como educadora me inquieta mucho cuando veo a jóvenes enganchados a sus teléfonos inteligentes, pero inteligentes para aislarlos del mundo cercano y tal vez conectarlos con otro mundo que les resulta más motivador.
El fenómeno de las reuniones acompañados de los teléfonos se está extendiendo en todas las generaciones desde bebés, que en sus sillas de paseo y para que dejen tranquilos a los padres, mientras hablan con sus amigos, juegan con el móvil de papá o mamá, pasando por los escolares, que con el pretexto de que los padres quieren saber dónde están y con quien, lo llevan al colegio ocasionando serios problemas de atención y convivencia, pasando por los adolescentes y jóvenes que parecen que tuvieran su vida ligada por entero al mensaje instantáneo, aunque sea de la persona que está a su lado. No podemos olvidarnos de los adultos, que aunque nos hemos incorporado a este fenómeno con un poco de retraso, parece que se nos va el tiempo y la vida y no podemos salir de casa sin nuestro teléfono, no sea que nos perdamos un buen negocio, una cita o quizá el último cotilleo de Facebook.
Desde esta líneas invito a tomar conciencia de este fenómeno que nos afecta a todos y que si no lo remediamos puede llegar a ser una gran fuente de ingresos para psicólogos, psiquiatras y clínicas de adicción.
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