Que no nos pase nada

No se engañen, el año comienza hoy. Lo de enero es una fecha institucionalizada con estas perspectivas: el colegial lo tiene todo por hacer, el político echa cuentas de la flexibilidad del nuevo presupuesto y el ciudadano recibe unas collejas estilo Simeone con las subidas de la luz, el gas, el teléfono y hasta la bolsa de plástico de la cesta de la compra, y como único consuelo, al menos antiguamente, el trabajador veía claridad en el horizonte con la subida del sueldo y unos atrasos que en teoría equilibraban la subida del IPC .

Este último alivio en general se acabó, oteo que ya no importa. Hoy la mayor preocupación del trabajador medio está pendiente de que la constelación ladina que cruza nuestro país desde marzo de 2012 no le atrape y le rebane la cabeza.

Pero hablemos de septiembre, de este septiembre al que nos incorporamos, y dejando de lado el rumbo de las mejoras macroeconómicas sustanciales o estadísticas que el agnóstico ciudadano cree que son puro espejismo, hablemos de ese otro terreno no menos agreste que conforma lo político y lo social.

La losa más urgente la tienen encima los estudiantes con los exámenes de todo a cien, o sea, la última oportunidad. Ojalá les salgan bien, que las matrículas están muy caras y sin beca ya no van a poder estudiar ni las infantas.

Como todos los años, veremos a nuestros políticos ocupar sus escaños con ese moreno de sol que les da lustre y modernidad y que nos hace a todos tan felices. Esperemos que por dentro también vengan morenos de vergüenza y con ganas de dar soluciones a esos temas que quizá algunos hayan leído en la prensa.

Si abrimos la agenda, con lo del señor Mas tenemos más que suficiente, pero el señor Gallardón, al que "le pone" la polémica tanto como presuntamente al alcalde de Valladolid las páginas de anuncios por palabras, ha anunciado que con veintidós aforados, de los 17.000 que pululan por todo el país, hay más que suficiente. Y ya se sabe, para esos veintidós algunos partidos tienen estas respuestas: a IU aún le deben parecer demasiados; Podemos quizá sea partidario de llegar a algún acuerdo y que se aplique el recorte con carácter retroactivo, y el PSOE, lo sabemos por su secretario general, Pedro Sánchez, "es partidario de reducir al máximo los aforados, pero tan importante como esto es que no haya indultos". Un ejemplo este último de que no sirve de nada abrir los grifos si no se cierran los desagües.

Más agenda la encontramos en la ofuscación del señor Rajoy en reformar la Ley Electoral a deshora. Una política de partido con la que conseguirá echar más leña al fuego y, espero que por despiste y sin pretenderlo, que los ayuntamientos y comunidades sean ingobernables.

Esto me recuerda al innombrable Fernando VII cuando cambiaba las leyes a su antojo y le gustaba presumir de ello en la intimidad de la bodeguilla: "Para mí España es como una botella de cerveza a la que me gusta agitar". Ya digo que no me creo que al señor Rajoy le puedan mover tan malos sentimientos.

Por último, lo que ocurre por ahí afuera y de lo cual nos alegramos, es la tregua indefinida entre judíos y gacetíes. La reflexión sobre el conflicto se percibe como un deseo de los primeros en no ver a los de Hamás ociosos, y, por supuesto, lo han conseguido, ya que en Gaza no queda un edificio vivo, con lo cual, hasta la próxima, los tendrán entretenidos en la Construcción. Esperemos que este ejemplo no cunda por otros lares.