Qué se yo

Por gusto de su escritura o por coincidencia o disidencia con sus planteamientos, sigo a varios compañeros articulistas de Salamancartvaldía con más o menos puntualidad y fruición. De entre ellos, me resulta particularmente ameno Abel Sánchez, con cuya columna del jueves pasado (14 de agosto) es menester coincidir, así en el fondo como en la forma; esa ironía contenida que no termina de esconder ?porque no quiere esconderlo- su escandalizado enojo.

Pero no es al cuerpo extenso de su escrito que me quiero referir. Lo que me ha llamado la atención fundamentalmente es el grito (las mayúsculas hacen gritar al escrito) con que culmina su colaboración semanal, completamente ajeno ?o no tan ajeno- al cuerpo principal del artículo: La demanda de que el gobernante hebreo, que al articulista se le antoja un genocida, fuera juzgado como tal junto con los cómplices que nombra el autor del pedido.

Lo que está ocurriendo en Gaza es bestial, sin duda. El mejor ejército del mundo masacrando inmisericorde una franja de tierra ocupada por civiles. Es verdad que, al contrario, también los agresores desde la franja descargan cohetes sobre objetivos civiles (porque no tienen los militares a su alcance). Pero la desigualdad es evidente y aplastante. Los judíos siempre han sido así, al menos en lo que a las respuestas contra los palestinos se refiere: desproporcionados y brutales. Si en algún momento alguien puede invocar el argumento de la "legítima defensa", observaremos que sin acudir a los requisitos jurídicamente necesarios para estimarlo, ya instintiva e inmediatamente se rechaza una agresión que, a todas luces, está yendo más allá, muchísimo más allá, de la mera respuesta defensiva. Ni es idónea, ni es proporcionada, ni es racional el método empleado, ni está durando lo estrictamente imprescindible. Quien considere legítimo contestar a la agresión terrorista con una guerra en toda regla estará justificando la existencia y métodos de los GAL; es lo mismo.

Y precisamente porque es lo mismo, el gobierno de Netanyahu está siendo torpón y miope. No se da cuenta de que está logrando el objetivo contrario al que pretende. El terror que ha desatado sobre una franja de civiles indefensos solo engendrará terror. Las bombas inteligentes de los cazas israelíes de hoy serán chalecos en el metro y mochilas en Atocha mañana. Y lo peor de todo, lo más curioso y paradójico, es que la mitad de los que matarán serán propalestinos. ¿Es que nadie se da cuenta?

O, al contrario, ¿es que todo el mundo se la da y no le importa?

A la vista de lo que ocurre en Ucrania, o en Afganistán o en Irak, más parece que estemos ante la segunda opción.

Saben perfectamente que les resulta absolutamente imprescindible sostener un estado de cosas que les permita mantener el miedo y seguir vendiendo armas.

Hace años un discapacitado ensució nuestro Paraninfo con su escupitajo de "¡Viva la muerte!". ¿Sigue vigente semejante disparate?