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Contra la envidia, caridad
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Contra la envidia, caridad

Actualizado 24/08/2014

El refranero recuerda con mucha frecuencia la figura del envidioso. Unas veces para poner de relieve su miseria y otras para ponderar la suerte de quien suscita la envidia de los demás. He aquí tan sólo tres ejemplos: "En corazón generoso no cabe ser envidioso". "Envidia, ni tenerla ni temerla". "Más vale ser envidiado que envidioso".

La envidia es considerada generalmente como una pasión enfermiza. La sabiduría popular considera que quien envidia a otros se rebaja a sí mismo y, contra su propio querer, termina por hacer un honor a la persona envidiada.

La envidia refleja la pobre estima que la persona tiene de sí misma. Es una confesión de su impotencia para lograr su propia realización. En lugar de encontrar en el bien de los demás un estímulo para su vida, sólo ve en él un mal para sí misma. La envidia genera con frecuencia prejuicios e insinuaciones, detracciones y calumnias, odios y asechanzas contra las personas envidiadas. En realidad, revela la falta de magnanimidad y de generosidad.

En nuestra sociedad, la envidia alimenta los cotilleos de las personas que aparecen en los escenarios sociales y en las tertulias de los medios de comunicación y en los comentarios anónimos que infectan las nuevas tecnologías...

En un círculo más amplio, la envidia ha generado muchos estereotipos que se proyectan sobre otros pueblos o regiones. Los ciudadanos son "adoctrinados" para ignorar y despreciar a los demás. La envidia se convierte así en causa y motivo de insolidaridad.

Más evidente es la envidia que se refleja en las actitudes de los líderes políticos. Muchos de ellos emplean su cargo no para promover el bien del pueblo, sino como una ocasión para contrarrestar el bien que hayan podido hacer sus opositores. La mayor parte de sus declaraciones parecen formuladas para denigrar a los adversarios.

Finalmente, la envidia determina otras "políticas" importantes, como las que mueven el amplio mundo de los deportes. Se necesita una educación basada en la generosidad que enseñe a vivir en la aceptación de los demás y en la concordia. A fin de cuentas, sólo la caridad es capaz de superar los males que la envidia origina. "La caridad no es envidiosa" (1 Cor 13,4).

En las lecciones sobre la primera carta de Juan, que impartió en Zafra el año 1546, San Juan de Ávila analiza las tres tentaciones humanas: la codicia de los ojos, la codicia de la carne y la soberbia de la vida. En este contexto se refiere a "los siete pecados mortales". Para él los más señalados en su tiempo son "Honra y descanso: dos quiciales con que se revuelven las puertas de los malos". Por eso van muchos a las Indias y a la guerra.

De esas apetencias parece brotar la envidia. El Maestro ofrece un buen consejo: "Acuérdate de Jesucristo y dile: Señor, pues vos fuiste deshonrado, no se me da nada de serlo yo; vos tuvistes trabajos, vengan a mí en hora buena".

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