Me alquilo para soñar

Me alquilo para soñar. Sí, dijo Shorty. He decidido prostituir mis sueños. ¿Por qué no? Vender su uso a quien quiera para lo que quieran. Salvar a aquellos que aun puedan. Aunque: ¿quién soy yo para salvar, para vender o cobrar?

Me alquilo para soñar. Sí, dijo decididamente. Esos sueños donde la búsqueda y el encuentro se cruzan. Siempre con esfuerzo, dígase la verdad. Sueños de vigilia. Que mueven, que sienten. Sueños que caleidoscópicamente construyen la realidad deseada.

Tiempo Antes,?

Pongamos que tuviera veinte años menos y la razón logarítmica me llevaría casi a la equidistancia entre mi nacimiento y la edad actual. Eso significaría que soy mayor. O joven. No sé. Según se mire. Como casi todo.

Siento veranos continuos en la perfecta conjunción entre la alpaca y mi piel al sol luchando por ser quien es más áspera. Siento inviernos de madrugada repartiendo noticias congeladas en papel. Me acuerdo de noches enteras sirviendo alcoholes a enfermos noctámbulos. Días comenzando a dar clases clandestinas, de lo que sea - para Ser.

Tiempo Después,?

Me imagino congelado. Veinte años después siendo el mismo de antes. Ahora. Me veo más ligero, barbilampiño. Caminando entre alpacas, aunque ya no las cargo. Olvidándome de leer, aunque ya no reparto periódicos. Sintiéndome obtuso al otro lado de la barra, para todo menos para saciar la sed. A veces.

Me siento extraño al lado de mis falsos coetáneos. Quien le pagan los estudios, su moto, su coche, su ropa, su marca. Quien le habrá pagado su identidad. Quien le habrá comprado sus valores. Me sitúo a su lado y hablan de derechos sin el salvoconducto de los deberes. Me alejo y exigen, siguen exigiendo. Todo sin dar nada. Me siento tan raro como diferente. Pero, ¿Cuál es el precio del valor cuando se desvalora todo?

Me descongelo. Vuelvo a mi edad. Veo a mi generación. Me veo raro todavía, quizás más que antes. Allí, en el gran bazar de la compra - venta continua de valores y caprichos, de la puja maliciosa de la sobre protección. Maná para estómagos sin alma. Dar todo para nada. ¿Pero, quien soy yo para valorar?

Vuelvo al trabajo, a mis clases. Observo demasiado título comprado con ausencia de vínculo. Observo demasiada cal en las fachadas. Duermen sin sueños, piensan sin sangre.

Ahora te alquilo mis sueños. Dijo Shorty. Ya sé. Que te voy a decir a ti que lo sabes todo. Creerás que no servirán de nada. Al menos tómalos. Quizás te valgan. Solo cuestan el precio de tu esfuerzo. No sé, quizás sea mucho para ti.