De Campos en Salamanca. Esencia de un pregón

¿Qué significa ser de Campos? Responder a esta abstracción es una tarea ardua, pero intentaré expresarlo en cuatro ideas cortas y rudimentarias, muy conectadas entre sí.

Campos, en primer lugar es ORIGEN y EJE. Está claro por qué es origen, y de aquí viene precisamente esa sensación de volver cada vez que los que vivimos fuera llegamos de nuevo. Pero también es eje porque nuestro caminar por el mundo siempre este un punto de referencia. En mis viajes de Madrid a Roma y viceversa, por ejemplo, sé que Campos está más o menos a medio camino. Y mi inconsciente también lo sabe. De modo que aunque duerma, haya cielo despejado o esté nublado, me despierto cinco minutos antes de pasar volando, y cuando ya estamos de nuevo sobre el mar vuelvo a cerrar los ojos otro rato. Recuerdo en mis estancias en la Toscana o en la Campania que al pasar por algunos pueblos me venían a la memora algunos rincones de mi pueblo. Y hace poco quedé muy sorprendido cuando en Sicilia, en un restaurante rodeado de adelfas, me dieron a probar un plato que calificaban de delicia local hecho con verduras y que resultó ser ni más un menos que nuestro tradicional "tumbet".

En segundo lugar, para quien ha nacido y crecido aquí, es la de que Campos es la MEDIDA DE TODAS LAS COSAS. Todo se mira con la experiencia de la infancia y también así yo mismo lo hice cuando llegué junto a mi padre a Salamanca por primera vez una tarde de un domingo de finales de septiembre. Siguiendo la costumbre castellana, la gente sale todavía al paseo haga el tiempo que haga. La Plaza mayor estaba abarrotada y todavía no habían llegado los estudiantes. La primera impresión que nos vino a los dos fue: "Aquí hay más gente que el día de la Virgen de Agosto por la calle de Plaza en Campos". Cuando voy a Zamora, no por el camino más recto, sino dando vueltas por pueblos, a veces para desesperación de mis hijas que tienen prisa por llegar, ni puedo evitar comparar los campos de Fuentesaúco, de Venialbo, de Sanzoles, con nuestros campos de secano, y recordar, creyendo que he soñado, cuando mi villa estaba rodeada de tapices verdes y de vaquerías llenas de animales. O también, cuando viajo a menudo a Colombia, tengo algún día libre y puedo acercarme al Caribe, por ejemplo a las Islas del Rosario, suelo pensar: "Aquí la gente alaba mucho esta agua y esta arena, pero la nuestra es todavía más fina y más clara".

Aunque la lengua es una cuestión central para todos mis paisanos, llegar a Salamanca para mí fue sólo cuestión de lengua. Había alguna cosa más. Y eso tiene mucho que ver con la tercera de las ideas que os quiero mostrar: en tercer lugar, Campos es una MANERA DE SER. Cuando en la residencia de estudiantes, en el Colegio Mayor, mis compañeros me decían un rotundo: "¡Pásame el agua¡" yo les miraba de reojo y pensaba: "¿Qué les habré hecho?". El contraste más grande con los castellanos resultó no ser la lengua, sino la manera de ser. Recuerdo una vez, siendo yo todavía estudiante, alguien cercano me vino a ver y unos amigos nos invitaron a ir de excursión. Ella iba en un asiento de atrás y le daba el viento del Campo Charro a la cara. Con su castellano prestado les dijo: "No sé si tendríais que hacer el favor de subir un poquito la ventana". Muchas veces, con estas cosas, me da la impresión de que los de Campos ?y los mallorquines en general- en estas cosas nos parecemos más a los italianos que a los españoles. Tenemos una cultura de la prudencia ?a veces más acertada que otras- y también de dejar que las cosas sigan su curso natural y ya veremos? No quiero decir que todo esto sea una virtud, es simplemente una manera de ser que nos hace más complejas las relaciones personales y más sutiles los códigos de relación humana.

Decía Santiago Rusiñol: "si quieres gozar un poco del reposo que se merece en esta vida quien no ha hecho nunca daño a nadie, sígueme a una isla que te diré, a una isla donde siempre hay calma, donde los hombres no tienen nunca prisa, donde las mujeres no envejecen, donde ni se malgastan las palabras, donde el sol se queda más tiempo y la señora Luna camina más lentamente, regida por una deliciosa pereza". Campos es CALMA y REPOSO para los que venimos de vacaciones. Esta es la cuarta y última idea de la que quiero hablar. Es llegar a Sa Ràpita y olvidar todas las preocupaciones del año. Tantas veces en la playa de Es Trenc, con los pies en remojo en esa agua transparente he pensado al día siguiente de llegar: "Parece que hace quince días que no vamos a la Facultad". La gente que nos conoce poco puede pensar que somos gentes del sur y no nos gusta demasiado el trabajo. Pero quien piense así se equivoca en la mayor parte de los casos. Las dificultades por las que pasaron nuestros antepasados en una isla pobre y lejana creó por necesidad una cultura del ESFUERZO. Tal vez ahora este empuje antiguo del trabajo callado y valiente se puede haber ido perdiendo un poco. Las cosas nos han venido un poco más fáciles, pero nos equivocaríamos también si dejáramos de lado estas enseñanzas viejas de que del trabajo sale el provecho. Por muchas dificultades que nos vengan debemos encontrar afanes e ingenios para seguir este empuje que nos viene de tan atrás.

Este estado de ánimo que para resumir llamamos Campos, si hubiese algo de verdad en mis palabras, resultaría ser un origen y por eso mismo un eje que nos mantiene anclados a una tierra que queremos, una medida de todas las cosas y una manera de ser particular con sus virtudes y sus defectos, pero también un amparo de calma y de reposo, y a la vez un terreno preparado para quien se quiera esforzar en él.