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Contra la gula, sobriedad
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Contra la gula, sobriedad

Actualizado 17/08/2014
José Román Flecha

Contra la gula, sobriedad | Imagen 1
Los refranes populares alaban con frecuencia la buena comida y al buen comedor. Pero algunos advierten contra los excesos en el comer y en el beber: "Gula y vanidad crecen con la edad". "No peca de gula quien nunca tuvo hartura". "Más gente ha matado la gula que la espada". "Gula y gala pierden muchas casas".
La buena comida conforta a la persona y la ayuda a mantenerse sana. Alimentarse es un derecho y un deber. Sin embargo, el placer de comer puede buscarse por sí mismo y determinar tal desorden que la persona pierda la compostura, la razón y la salud.
De ahí que la sabiduría popular alabe y proponga la moderación a la hora de acercarse a la mesa. Es cierto que la sobriedad en el comer y en el beber se aconseja casi solamente con el fin de preservar la salud o de evitar el derroche de la fortuna. Casi nunca se encuentra en el refranero alguna advertencia sobre los excesos en la comida y la bebida con la atención puesta en los bienes del espíritu o en la responsabilidad de compartir los alimentos con quien padece hambre.
San Juan de Ávila escribe que la meditación de la pasión de Cristo nos ayuda a mortificar las pasiones. En ese contexto se refiere también a la gula: "Y, viéndole vos con tantas deshonras que por vuestro amor pasó, se encenderá vuestro corazón a desechar de vos la afición de la honra; y su paciencia matará vuestra ira; y su hiel y vinagre será remedio de vuestra gula; y verlo obediente a su Padre hasta muerte de cruz domará vuestra cerviz para obedecer a su santa voluntad, aun en lo muy trabajoso".
En un sermón recuerda el episodio bíblico de la serpiente de bronce levantada por Moisés en el desierto (cf. Núm 21,8) y presenta la mirada al crucificado como remedio de todas las pasiones, entre las cuales menciona también la gula: "Cuando te sintieres picado de la víbora con la gula, alza los ojos a Jesucristo hambriento en la cruz, y sanarás de esa llaga".
De todas formas, el vicio de la gula hoy ha de ser visto, además, en el marco de las adicciones a la comida y la bebida, a las drogas y otras formas de esclavitud que impiden la libertad de la persona.
Sin embargo, en el momento actual, la reflexión sobre el pecado de gula ha de trascender el marco individual. Mientras el acaparamiento y el abuso de los alimentos caracteriza a los países más desarrollados, en muchos pueblos el azote del hambre es la causa más frecuente de la muerte.
El papa Francisco ha escrito que "nos escandaliza el hecho de saber que existe alimento suficiente para todos y que el hambre se debe a la mala distribución de los bienes y de la renta. El problema se agrava con la práctica generalizada del desperdicio".

Muchas religiones proponen la ascética de la abstinencia y el ayuno como medio para el dominio personal, para el fomento de la generosidad y para el ascenso del alma hacia Dios. En nuestra sociedad, la sobriedad es hoy una responsabilidad universal.

Contra la gula, sobriedad | Imagen 3

LA MUJER CANANEA
"A los extranjeros que se han dado al Señor? los traeré a mi Monte Santo y los alegraré en mi casa de oración". Así decía un oráculo introducido en el libro de Isaías (Is 56, 6-7). Se dice con frecuencia que Israel odiaba a los extranjeros. Pero hay en los profetas una tradición que proclama la universalidad de la fe y de la salvación.
En este caso se propone que los prosélitos extranjeros sean admitidos en la comunidad siempre que acepten la alianza de Dios y se mantengan fieles a la fe y a los ritos propios de Israel.
Se percibe así que la comunidad de Israel no está definida por la herencia de la sangre sino por la comunión en la misma fe, en la misma oración y en la misma esperanza.
EL ENCUENTRO
El evangelio recuerda el encuentro de Jesús con la mujer cananea (Mt 15,21-28). Su gesto y su grito la identifican como la mujer dolorida, la orante tenaz, la creyente sincera.
Su hija estaba enferma. El texto nos recuerda que cuando una persona enferma, todos en su casa enferman de algún modo. Nada será igual en la rutina de cada día. Las relaciones cambian y se complican. Todos dependen de todos. Y todos han de apoyarse en todos.
En la mujer cananea se muestra la madre que dio la vida soñada y busca la salud para la vida amenazada. Ella nos recuerda que la enfermedad es personal e intransferible. Y que la salud ha de ser integral y verdadera o nunca lo será.
"¡Ten piedad de mí, Señor, hijo de David! Mi hija está malamente endemoniada." Así ora en su dolor. A su plegaria sólo responde el silencio de Jesús y el apremio de sus discípulos que pretenden liberar a su Maestro de los mendigos de pan y de salud: "Concédeselo, que viene gritando detrás de nosotros."
EL DIÁLOGO
El diálogo de esta mujer con Jesús es un modelo de oración y una revelación del proyecto salvador de Dios.
? "No he sido enviado más que a las ovejas perdidas de la casa de Israel." La primera respuesta de Jesús resume la concepción mesiánica del pueblo hebreo. Pero la mujer pagana insiste en la súplica que la ha sacado a los caminos: "¡Señor, socórreme!".
? "No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos." Esta segunda respuesta de Jesús presenta una nueva dificultad. ¡Quién nos diera el tono exacto de aquella insinuación! Seguramente hay en ella una alusión a un refrán popular.
? "Sí, Señor, pero también los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos." La mujer retoma aquella imagen. Cuando hay pan lo hay para todos. Y cuando hay gracia a todos alcanza y se desborda. La misericordia suplicada acerca y redime al suplicante.
? "Mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas." La tercera respuesta de Jesús reconoce que la fe llevó a la mujer a buscarle. La fe la enseñó a orar. Y la fe la ayudó a interpretar su propia suerte con ese humor tan cercano a la humildad.

- Señor Jesús, en ti se encuentran la súplica humana y la gracia divina. Tú paso por nuestra vida marca el momento de la acción sanadora de Dios sobre lo inmundo y lo dolorido de este mundo. En ti nos llega la salvación. ¡Bendito seas por siempre!

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