Cuestión de lindes

Iba escuchando la actualidad extremeña en el coche, camino de una de tantas guardias en este agosto, y dieron cuenta de un curioso "hecho" contenido en el "Libro Mundial de Hechos" que cada año edita la CIA, The World Factbook. Noticia ya no es, porque la llevan contando más de una década: para la "Inteligencia" estadounidense, la localidad pacense de Olivenza es una zona de conflicto territorial que merece especial atención, a la altura de Cachemira, los Altos del Golán o la franja de Gaza, trágicamente en el escaparate informativo. Cierto es que la leonesa y templaria Olivenza se tornó portuguesa en el Tratado de Alcañices, a la vez que nuestro San Felices de los Gallegos. De 1297 estamos hablando, ayer por la tarde. La recuperamos en 1801, cuando lo del obsequio de naranjas a la reina María Luisa (cosas de Godoy, el del medallón piqueteado de la Plaza), y así seguimos. En el vecino Portugal el asunto no termina de convencer del todo, pero lo de disputa y zona de riesgo habría que explicárselo un poco mejor a los emocionados redactores del almanaque de la CIA. El Condado de Treviño o el Rincón de Ademuz dan más quebraderos de cabeza. Por no hablar de peñones, perejiles, derechos a decidir o afortunadas islas con desafortunados políticos.

En Olivenza siguen tomando la inclusión en esa lista caliente con humor, e incluso el alcalde manifestaba su intención de invitar a Obama para que visite la ciudad acompañado por un dispositivo de seguridad cuanto más numeroso mejor, pero lo cierto es que la cuestión fronteriza sigue resquebrajando la humanidad desde los tiempos en que el hombre renegó de custodiar a su hermano el hombre. ¿Nunca nos cansaremos de pintar rayas sobre la tierra? A veces, sosteniendo la división en montañas y ríos que han servido de trinchera, campo de batalla y tierra de nadie. Otras, elucubrando sobre mapas, a miles de kilómetros de distancia, hasta concretar repartos, rubricar tratados y calcular previsiones de beneficios. Trazando líneas para separar se han querido solucionar las grandes discordias y levantando alambradas o muros se ha pretendido dividir los problemas para que el mal de muchos nos consuele en nuestra tontería.

No creo que en el "Libro Mundial de Hechos" aparezcan las fronteras invisibles que en nuestro Primer Mundo globalizado fortificamos, eso sí, con mucha tolerancia y mucha integración. Fronteras para el que ansía un mejor porvenir lejos de su lugar de nacimiento, aunque tenga que cruzar desierto y océano, y vía libre con alfombra roja para las riquezas provenientes de aquel país africano que le vio nacer y partir. Si en 1297 los reyes de Portugal y de la unión entre León y Castilla se repartían villas que les pudieran ofrecer tributos, hoy las grandes potencias estatales y empresariales se asignan recursos naturales que explotar recurriendo a barata mano de obra. Si ese feudalismo del avanzado siglo XXI es amenazado por migraciones, nos molestamos, y los más descarados incluso prorrumpen en discursos de paz y justicia, grandilocuencias tan propias de la ONU. Cuando la amenaza se percibe en virus que matan, nadie recuerda que más cornadas da el hambre... aunque no aparezca en los telediarios.