Palestinos

De modo azaroso algunas de las lecturas del verano están girando en torno al complejo mundo judío. Herejes es una monumental novela de Leonardo Padura en la que las comunidades judías de La Habana en el pasado siglo y la de los sefardíes en Ámsterdam del XVI tienen un papel protagónico, mientras que Heda Margolius Kovály, superviviente de un "lager", en Bajo una estrella cruel autobiografía la vida en Praga entre las invasiones nazi y soviética. Tengo a Padura como un icono en la reconstrucción y relectura en clave política del pasado, pero, además, he nacido en plena Guerra Fría que constituye un marco de referencia vital. Ambas novelas son, por tanto, relatos que se incardinan con mi vida, tanto desde una perspectiva intelectual como práctica -en la medida en que algunas circunstancias en ellas reflejadas han tenido que ver conmigo-, y tocan la fibra profunda de procesos complicados del ser humano contemporáneo.

Toda lectura se lleva a cabo en un determinado contexto que influye en el estado de ánimo del lector y en la comprensión o en el subrayado de determinadas narraciones, circunstancias o personajes. Dentro de la liada maraña de avatares internacionales actuales, posiblemente los dos más relevantes sean el que confronta a Rusia con Ucrania y el mal llamado "conflicto árabe-israelí" hoy proyectado en el drama que se vive en Gaza. Aunque ambos tienen clara conexión con las referidas lecturas es a este último al que voy a referirme porque "la cuestión judía" las sobrevuela intensamente. De alguna manera, el lacerante oprobio, el encanallamiento del trato y el miserable dolor inflingido a las comunidades judías en toda Europa a lo largo de la Historia, constituyen un hilo conductor hacia el presente.

Pero no hay peor coartada para hacer el mal que el uso de un recurso emocional. La razón de Estado, que esgrime el insoslayable derecho a la seguridad de sus ciudadanos, es otra argucia en la senda de la construcción mítica de un proyecto basado en un fundamentalismo que aglutina aspectos étnicos y religiosos recubriéndose del nacionalismo más infame. La geoestrategia asentada en el capital financiero y en el control de recursos energéticos, junto con la potenciación de los mercados de armamento constituye un argumento para que países terceros dibujen sus estrategias del conflicto y obtengan pingues beneficios. Mientras, todos sabemos que hay un perdedor permanente cuyas víctimas, la mayoría indefensas, se cuentan por millares.