El sacerdote misionero Miguel Pajares, Hermano de San Juan de Dios, enfermo de ébola, ha sido evacuado de Liberia en una operación bien coordinada entre varios ministerios del Gobierno del Reino de España. Aunque algunas autoridades habían sugerido que la Orden religiosa podría correr con parte de los cuantiosos gastos ?alrededor de medio millón de euros- y ésta no se había echado atrás, al final ha imperado la cordura y el propio Presidente del Gobierno, don Mariano Rajoy, ha afirmado que el Gobierno asumirá todos los gastos. Supongo que esta actuación está protocolizada, o que si los Estados Unidos lo han hecho, nosotros no vamos a ser menos.
El caso del padre Pajares nos da ocasión a reflexionar sobre la vida de los miles de misioneros españoles que dejan muy alto, a lo largo y ancho del mundo de los pobres, el pabellón de España. Pero conozco no pocos ?y muchas-, que después de haber entregado lustros y decenios de su vida a los últimos, cuando vuelven a la patria, si es que no deciden "morir en misión", como también he escuchado a alguno, resulta que no tienen dónde caerse muertos. A ver, su comunidad les recibirá y podrán vivir y ser bien atendidos en su vejez o eventual enfermedad en alguna de sus casas, pero no gozarán de una pensión de jubilación similar a la de cualquier trabajador y deberán conformarse con un subsidio mínimo o no contributivo. Casos hay de misioneros que han pasado treinta años en algunos de los países más pobres, han vuelto a España y han trabajado, por ejemplo, como profesores en algún colegio o como enfermeros en algún hospital o centro de salud durante diez años. Cuarenta años de entrega al prójimo y sólo diez de cotización a la Seguridad Social. Pero como no están enfermos de ébola no saldrán en la foto. Y si recuperan la salud ?Dios lo quiera en el caso del P. Pajares- estarán en la misma situación.
Unos por otros, la casa sin barrer: supongo que hay casos muy diferentes, pero pudiera ocurrir que la Iglesia (Órdenes Religiosas, diócesis) y el estado (Seguridad Social, Ministerios de Trabajo y Exteriores y Cooperación, Comunidades Autónomas, etc?) no tuviesen un protocolo para acoger a los misioneros cuando se vean obligados o, simplemente, quieran volver a la patria a disfrutar de sus últimos años.
Las utopías pueden resultar peligrosas. Hay utopías cristianas que no tienen en cuenta el principio esencial de la Encarnación y, por lo tanto, no han defendido suficientemente los derechos personales, sociales, laborales, sanitarios, humanos de la persona de cada misionero (por cierto, mayoría de mujeres, como casi siempre). Hay utopías políticas y/o económicas que han puesto ?y siguen poniendo- a la gente a los pies de los caballos, de modo que "la causa" acaba aplastando a la persona concreta, pudiendo llegar al genocidio (revolución francesa, revolución rusa, fascismo, nazismo, socialismo "real", nacionalismos balcánicos o de otros lugares, yihadismo, populismo de diversos tipos, cuentas de resultados, políticas de empresa, etc?)
El caso del hermano Pajares, con todo lo que se quiera o pueda discutir, muestra el camino: la persona es lo importante, porque las personas de los pobres han sido y son lo importante para él y su propia persona es lo importante para Dios, que también es persona. Y el que tenga otras razones, que las aporte.
Ahora faltaría que, apoyándose en la relevancia mediática del ébola, las compañías farmacéuticas y las agencias gubernamentales y mundiales se pusiesen a investigar y a invertir en serio para erradicar o, al menos, controlar esta y otras enfermedades.
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