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Luna de agosto
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Luna de agosto

Actualizado 11/08/2014
Lorenzo M. Bujosa Vadell

Perezosa atraviesa la bóveda celeste con su difuminada majestuosidad. Un tul blanquecino la envuelve y no deja ver la corte de estrellas que sumisas la rodean. Es madrugada y la calima sólo ha cedido un poco. Pero aún se está mejor en el agua, todavía templada, que a la suave brisa del sur, cargada de humedad y de ensueños.

Si de verdad estuviéramos en crisis podríamos ahorrarnos el alumbrado público. ¿Será que tiene razón el gobierno y nos acosa con los impuestos sólo por espíritu deportivo? Ahora basta la luz natural para que los árboles den sombra. Las casas se prolongan hasta la mitad de la calle. Los escasos coches que pasan demorados estropean el momento mágico de esta luna de agosto con su reflejo mágico. Es cierto: sería ideal dictar un bando por el cual los días de luna veraniega y taciturna no se admite más claridad que la auténtica, la misteriosa, la irreal de este redondel desfigurado por las escasas nubes que se atreven a acercarse a ella, para rendirle la pleitesía que merece.

Más abajo el mundo discurre con su habitual calma, salvo estos escasos y atrevidos muchachos que avanzan por la playa como si fuera de día, como si conocieran bien el terreno, el de sus leves y breves conquistas primeras en las bochornosas horas del mediodía, en que con su candidez muestran sus tabletas a las chicas que vienen de mil lugares distintos, ávidas también de deleitarse con nuevos paisajes y con otras caras, todas con acné y con las hormonas alteradas.

Ahora también las facciones se deforman con las sombras inverosímiles. Y resulta que las mozas se han adelantado, como siempre, y allá esperan detrás de las grandes matas de lentisco para dar a sus amigos el susto del verano: un aullido improvisado cuando los chicos pasen hacia la parte más baja.

El resto duerme. Bueno, sólo los que pueden, otros dan vueltas y vueltas en sus cálidas camas, sin poder conciliar el sueño. Algunos por el calor, otros por la mala conciencia. Todos por el extraordinario influjo lunático de esta inasible luna de agosto.

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