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Gaza es ¡la leche!
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DESDE LA PASTORAL UNIVERSITARIA

Gaza es ¡la leche!

Actualizado 10/08/2014

Este podía perfectamente ser el slogan de una marca de leche que se fabrica en Zamora (ganaderos zamoranos) y que realmente tiene un fuerte tirón entre las leches del mercado.

Pero comprenderán ustedes que no les voy a hablar de la leche con la que desayuno cada mañana. Pero es que cada mañana me viene a la cabeza la otra Gaza, la Gaza de la amargura, la Gaza de la sinrazón, la Gaza de la vergüenza pública de la humanidad que no sabe qué inventar para seguir permaneciendo impasible a la masacre. Gaza hoy es un grito que pela las gargantas de la mínima humanidad solidaria (el papa Francisco ya no sabe cómo decirlo) y que rebota sin entrar en los oídos y menos en el corazón de una enorme porción de la humanidad, sobre todo aquellos que estamos bien posicionados en la comodidad descomprometida, en la rutina insolidaria y en el oficio de no dejar que las imágenes de los infortunios que cada día pasan en los telediarios, pasen a formar parte de un escenario de realidad, que tenga que ver -aunque sea mínimamente- con nuestra conciencia. Preferimos que siga siendo una suerte de ciencia ficción, o un capítulo de una serie televisiva, que emiten a horas inoportunas.

Desde hace unos años me he interesado por este conflicto. He tratado de estar atento a la prensa, a los informativos, a documentales especiales. He acudido a charlas, debates y conferencias en los que se ha tratado este tema. He leído tres monografías sobre el asunto, que no sé si son las mejores o las más recomendables, pero a mí me han ayudado (Alain Gresh: Israel, Palestina. Verdades sobre un conflicto. Barcelona, Anagrama, 2002; Francisco Medina: Infierno en Tierra Santa. Crónica de una paz imposible. Madrid, Espasa Hoy, 2002 y Grupo de turismo alternativo: Palestina y palestinos. Ramallah, grupo de turismo alternativo, 2007). He escuchado muy atentamente el testimonio de un sacerdote, fraile pasionista (el padre Roberto) que además de ser un guía estupendo de Tierra Santa (es el que nos guió en la peregrinación que hace casi un par de años hicimos desde el arciprestazgo de la Sierra de Francia) es un buen conocedor de la situación, ya que semanalmente entraba en la franja para poder hacer diversos trabajos de corte humanitario, desde Cáritas Jerusalén. Y después de todo esto, sigo sin comprender nada de la situación. No me entra en la cabeza tal sinrazón, tal desproporción entre los argumentos y la realidad, tal cantidad de desatinos en la política internacional que no acaba de tomar un posicionamiento vigoroso capaz de parar la masacre a la estamos asistiendo impasibles.

¡Gaza es la leche! Y sobre todo lo que estamos consintiendo entre todos, en pleno siglo XXI, cuando ya existe tanta experiencia acumulada en política internacional y en dónde la historia nos debería haber enseñado a organizarnos mejor para intervenir en favor de los derechos humanos, por encima de los posicionamientos políticos, religiosos, o cualquier otro tipo de parapetos o eufemismos que queramos creernos acerca de que no podemos hacer nada. Claro que Israel es mucho Israel y ni Estados Unidos, ni la Unión Europea, ni la liga árabe, ni nadie, encuentran suficientes tajadas económicas y políticas o suficiente fuerza como para plantar sus reales y decir "basta" como lo han dicho, unos y otros, en otros lugares del planeta, especialmente en aquellos en los que el petróleo estaba por debajo de los campos de batalla.

Nos queda rezar. Y nos es poco. Hagámoslo. ¡Y mucho, por Dios!

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