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Don Fili
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Don Fili

Actualizado 10/08/2014
Paco Blanco Prieto

Un día como hoy de 1936, el machadiano hombre bueno Filiberto Villalobos, fue detenido y encarcelado con cientos de presos políticos que se hacinaban en la cárcel de La Aldehuela.

Un día como hoy de 1936, Filiberto Villalobos fue detenido en su clínica radiológica, acusado de hacer por Salamanca lo que hasta entonces nadie había hecho por la ciudad y los salmantinos, siendo encerrado con cientos de presos políticos hacinados en la nueva cárcel de La Aldehuela.

Hablamos de un hombre honrado, sincero, leal y generoso. Honrado, porque no se llevó ni un lapicero que no fuera suyo. Sincero, porque la verdad fue siempre su bandera. Leal, porque mantuvo sus convicciones liberales, respeto a la Constitución y fidelidad a la República. Y generoso, por repartir lo suyo entre aquellos que más lo necesitaban.

Don Fili fue el retrato machadiano del hombre bueno. Del amigo que nos gustaría tener. Del compañero de viaje que nos falta. Del contertulio que echamos en falta. Del médico que deseamos a la cabecera de la cama. Del consejero que guíe nuestros pasos. Y, ¡cómo no!, del político que quisiéramos resucitar, aunque hoy pareciera un extraterrestre en el Gobierno, un perturbado en el Parlamento o un infiel en el Concejo.

Político tolerante con los derecha cedista; cercano en las relaciones personales; comprensivo con los disidentes; respetuoso con las minorías; tenaz en la defensa del interés común; protector de los débiles; violento contra el sectarismo; y querido por todos. Fue popular, pero no populachero. Benéfico, no limosnero. Dialogante, sin ser ingenuo. Poderoso, sin poderío. Tan admirado como sencillo. Discreto, siendo famoso. Severo, pero indulgente. Más prudente que arrojado. Antes leal que vendido. Tan Quijote como Sancho. Y en sus comportamientos, humano, siempre humano.

Hombre firme como un tronco en sus principios; pero flexible como los juncos ante las peticiones de los menesterosos que llamaban a diario a la puerta de su casa. Vehemente contra la explotación de los desfavorecidos y pródigo en favores a quienes necesitaban su ayuda. Irritable con las demoradas decisiones políticas y paciente con los enfermos que hacían cola en la antesala de su consulta. Exigente con la Reforma Agraria y solidario con los desafortunados. Comprometido en cuerpo y alma con la educación pública. Altruista, trabajador, austero y salmantino militante.

Persona que tendió puentes a los discrepantes. Alentó el encuentro de pensamientos divergentes. Humanizó los despachos ministeriales. Permitió a los desprotegidos pisar las alfombras oficiales. Subvencionó de su bolsillo comedores sociales. Fue un descreído cristiano que hizo creer a los ciudadanos en sus representantes, a los enfermos en su médico, a los creyentes en otro paraíso y a todos en el grandeza de ser hombres.

Por fidelidad a sus ideas, puso la cartera de Instrucción Pública sobre la mesa del Presidente y se vino tranquilamente a Salamanca, cuando la derecha se opuso a eliminar las clases de religión del Bachillerato. Fueron sus certidumbres personales quienes le dictaron la carta que escribió a su jefe político para decirle públicamente que no estaba de acuerdo con él, cuando Melquiades votó a favor de la pena de muerte.

Pero antes de dejarlo todo, para ser encerrado en la cárcel por la derecha más negra de nuestra historia, se trajo de Madrid bajo el brazo el pantano de La Maya, el Grupo Central Escolar, el Departamento Anatómico de la Facultad de Medicina, las obras del Trilingüe, el internado de Bachillerato para sesenta alumnos pobres, la Escuela Profesional de Comercio y veinte cosas más, mientras salpicaba la provincia de escuelas públicas.

El gesto más relevante que ha tenido el Consistorio salmantino con don Fili durante toda la democracia ha sido sustituir a los héroes de Brunete por este hombre en nuestro callejero, dignificando así la toponimia urbana, maltrecha por las bayonetas caladas en las trincheras de la irracionalidad.

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