![[Img #73332]](https://imagenesnetytec.blob.core.windows.net/simg/imgf/2014/08/img_73332.jpg)
En Varsovia, que tiene para muchos resonancias austrohúngaras de ciudades imperiales como Viena o Praga -aunque luego poco haya de ello y el turista se encuentra con el producto de la destrucción al estilo nazi y la reconstrucción al estilo comunista- la ciudad entera participa el 1 de agosto, que para mi sorpresa es día laborable, en una ceremonia conmemorativa.
Es casi una burla del diablo para un español que esa palabra que para los polacos entraña un grito y un decir basta y un intento de liberación y un ponerse en pie ("Polonia en lucha") se traduzca por Alzamiento que tiene otro sentido para la mayoría de nosotros. Es por ello que habida cuenta de mi desconocimiento del polaco en mi fuero interno me oigo decir uprising, así en inglés, que me suena menos cercano. Luego poco a poco, al verlo escrito muchas veces, en pequeñas placas en los muros de las casas que recuerdan los lugares donde se tomaron decisiones, se defendieron posiciones o, sobre todo, se perpetraron ejecuciones, acabo acostumbrándome a la palabra Powstanie.
Han llenado la ciudad de banderas, en farolas, autobuses y fachadas pero por su simplicidad y su tamaño recuerdan a banderitas de feria (las únicas que le gustan a mi amigo Manuel Ambrosio como le leí una vez) y no parecen estandartes al viento con la intención de generar adhesiones ni encabezar ejércitos. Me ha suscitado envidia lo que he visto, el trato que me han dado como extranjero ?y que no recibo en otros lugares de España como visitante-, la participación de todos los varsovianos, la emocionante detención del tiempo que se produce a las cinco de la tarde (nuestra hora taurina, algo debe de tener) cuando las sirenas empiezan a sonar y los conductores ignoran los semáforos en verde y se ponen en pie junto a la puerta de sus vehículos, hermanados con los peatones, también detenidos durante un sobrecogedor minuto, hasta que se silencian las sirenas (las mismas que anunciaban bombardeos) y todo vuelve a la normalidad, al movimiento y al ruido. A las cinco de la tarde, Varsovia en pie, Polonia en lucha. Un minuto de pie recordando aquel momento en que decidieron dejar de morir para morir luchando escondidos a veces bajo el suelo, en las alcantarillas, acorralados o huidizos, sin salida, como inmortalizara Andrej Wajda en su película Canal.
Me ha dado envidia ver como son respetados esos y esas excombatientes que visten almidonados uniformes azul oscuro de verdad casi negro o ciertamente negros y que destacan entre los viandantes que les paran por la calle, sin conocerlos, para darles las gracias emocionadamente por haber defendido su ciudad hace 70 años. Mucha envidia.
Ni retorciéndome todos los huesos del cerebro, ni aleccionándome el sociólogo nacionalista más culto de que en realidad yo he vivido alienado por la educación franquista me convencerían (uno necesita certezas) de que lo que sucedió aquí, en agosto del 44, a espaldas de los políticos acomodaticios gobernando el país desde Londres, y que duró apenas 63 días (¿apenas?: "cada día me parecía que duraba semanas", me traducen mis amigos de entre las frases estrídas de los diarios de los combatientes, bajo las cientos de fotos de una de las exposiciones urbanas que retrata a canosos abueletes supervivientes que te invitan a sostener su limpia mirada) fue lo mismo que se celebra de una manera u otra en partes de España reivindicando como propio y solo propio el sufrimiento, y donde en la historia común de alegrías y dolores creen ahora y siempre los creadores de mitos que se pueda discernir a los puros de los impuros, a los de aquí y a los advenedizos, a los buenos de los malos.
Es verdad que en el entorno reducido de una sola urbe es más fácil sentirte partícipe de un colectivo pero también hubo fracturas sociales porque solo media ciudad puso a casi todos los muertos, la mayoría civiles, en el lado ocupado por los alemanes que tras vencer la resistencia asolaron la ciudad y a sus ciudadanos, ya que al otro lado del río era el ejército ruso el que ocupaba los barrios en teoría ya liberados y el que presuntamente avanzaba contra los nazis aunque en realidad esperaba para ver como todo terminaba, como todo terminó y luego se quedaron 45 años y enviaron a campos de reposo a los militares polacos supervivientes. Y es verdad que también hubo quien recriminó a los sublevados por lo inútil que se anticipaba y por las muertes que el uprising provocó; pero han sabido construir un pasado común identificando al enemigo y olvidando diferencias.
Los años pasan, éste es el 70 aniversario, y ya van faltando (hoy mismo murió uno) y eso que casi todos los que quedan eran niños o poco más que desempeñaban labores de correos o vigías; y eso que las canciones prohibidas entonces que cantan ahora están escritas en papel y ya no se perderán cuando desaparezcan los protagonistas. A las cinco y un minuto cesaron las sirenas y reanudaron los ciudadanos sus quehaceres. Era un día laborable.
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