Repensando

Mientras las olas, mansamente, se dejan morir en la suave arena de la playa, los cuerpos desnudos al sol se torran para, al volver, demostrar que tuvieron su minuto de relax; los niños corren, los jóvenes tontean derramando hormonas a diestro y siniestro; los maduritos aprovechamos para leer aquello que no hicimos durante el año o, simplemente, para descansar del duro esfuerzo realizado y los ya senior, sencillamente se fijan en el vivir del resto y disfrutan con lo que fue y con el porvenir que tienen ante sí, y que no verán llegar más lejos por falta de tiempo, pero que les hace sentir que algo de sí seguirá construyendo una vida en este paraíso.

En esa coyuntura, próxima a la parálisis neuronal, muy cercana al entumecimiento físico y, desde luego, con pocas ganas de realizar el más mínimo esfuerzo, algunos obsesos no dejamos de darle vueltas a la pelota y nos dedicamos a realizar un análisis de los logros obtenidos, los motivos que nos llevaron a ellos, los apoyos recibidos, los desdenes de quienes envidiaron tu triunfo y la consolidación o debilidad del mismo, con el fin de repetir los mismos en su momento, mejorando, incluso, los errores cometidos. También estudias los fracasos, las causas de estos, los que colaboraron a ello, la situación en que quedas, la realidad de los acontecimientos, las traiciones, las canalladas que se produjeron y las incapacidades personales que te llevaron a ellos para, finalmente, concluir que lo importante no es fracasar o fallar, lo importante es no rendirse, no abandonar la batalla.

En alguna ocasión, la retirada de una disputa no es un abandono, sino un calcular los momentos para retomar la disputa en mejores condiciones, pero la clave es seguir luchando, seguir avanzando, no cejar en el empeño. Pierde el que abandona, no el que fracasa pero sigue luchando, pues falló en una batalla, pero no en la guerra. Igualmente, pierde el que gana pero es incapaz de saber ganar, integrar, desarrollar su victoria y avanzar en la misma con solidez e inteligencia.

El periodo de descanso vacacional no puede, o mejor, no debe de ser un parón, sino un momento en el que, tras relajar el cuerpo y la mente de la tensión habitual del día a día, sirva para analizar, estudiar, indagar y escudriñar en el pasado para mejorar el futuro. El que para, el que no observa el pasado, abandona la lucha y se rinde, ese sí que ha perdido, pues el que pierde o fracasa, pero continúa levantándose y luchando, ese es un ganador, pues tarde o temprano alcanzará su meta.

Se estropea el día, el viento te obliga a resguardar las desnudeces y abrigarte del mismo, aunque sea con una simple y vulgar camiseta, el mar se pica, las olas vienen con resaca y fuerza, el ambiente no parece propicio para el solazar habitual de la playa, los críos se quejan y la mujer te requiere una retirada a tiempo, interrumpiendo tu mental disquisición. Muchas gracias Dios mío, si sigo dando vueltas al coco, al final acabo volviendo a repensar esto y aquello, pero ahora no es el momento.