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Concubinas, barraganas y otras chicas del montón
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EL BUSCON DON PABLOS

Concubinas, barraganas y otras chicas del montón

Actualizado 05/08/2014
Cipriano Pablos

Como premisa a lo que voy a escribir, me declaro católico y obviamente creyente. Bien es cierto, que alejado de la práctica religiosa tradicional porque yo también vivo en concubinato desde hace 28 años y soy respetuoso con lo que manda la Santa Madre Iglesia. Mi relación con Dios es buena, sabe perdonar. Creo y admiro el sacramento del sacerdocio como expresión divina de servicio a los demás, me siento partícipe del sacerdocio de Cristo como bautizado, pero no creo en los sacerdotes. Sólo en alguno, que ya ha muerto y principalmente en uno, que es obispo y sabe lo que se trae entre manos y da testimonio de ello. Un ejemplo.

Históricamente la Iglesia ha tenido una especial fijación con todo lo referente al sacramento del matrimonio. Recordemos que es el único sacramento donde el sacerdote no es el ministro, sino los propios contrayentes. Y este sacramento no imprime carácter, como el Bautismo, la Confirmación y el orden Sacerdotal. En la práctica, parece que sí imprime ese carácter, porque sólo lo deshace la muerte o la nulidad eclesiástica a base de mentiras y dinero, generalmente. ¡Qué pena!

La otra fijación es el sexto mandamiento, ese mandamiento tan poco respetado y cumplido hasta por los propios sacerdotes. La historia de la Iglesia, hasta nuestros días, está repleta de incumplimientos, desde la Curia hasta el humilde cura de pueblo. Como no quiero cebarme, porque me duele hacerlo, porque mi fe me dice que sea comedido, no voy a relatar conocidos y sorprendentes casos de personalidades religiosas que se vieron envueltas en feos asuntos de este género.

Sería bueno reflexionar todos, los sacerdotes antes que nadie. Que un hombre y una mujer vivan juntos sin estar casados es evidente que transgrede una norma de la Iglesia. El concubinato no debería ser la opción del creyente. Pero cada día son más los que optan por esta vía y habría que preguntarse por qué. Los sacerdotes tienen una labor de evangelización inmensa y sospecho que muchos de ellos, casi todos, están aplastados y aburguesados, esperando que al toque de campana la iglesia se llene o medio llene y eso les basta. La fe ya no se recibe de manera innata por decreto ley. Hay que salir a la calle, no esperar en la Iglesia a que lleguen los fieles y conformarse con eso. España es tierra de misión y, por supuesto, Vitigudino.

Hacer del concubinato un pecado imperdonable no creo que ni el propio Jesucristo lo admitiera. Lucharía por hacer cambiar esos corazones que se aman, para que dieran a ese amor el verdadero sentido evangélico. Pero hay sacerdotes que no se ven capaces, otros pasan del tema y otros esperan que se caigan del burro ellos solitos y entren por el aro. Este es un pecado de omisión más imperdonable que el concubinato.

Hago referencia en el título a las barraganas. Durante un tiempo, para mí incalculable, los curas de pueblo, al menos, tenían siempre una hermana que les cuidaba. En no pocas casos la hermana no era tal hermana. Ya saben por dónde voy.

Aquí, quien más y quien menos, tiene mucho que callar. Y no justifico con esto que haya que pasar por alto las normas establecidas por la Iglesia. Debe ser intención de todas las partes que se cumplan. Pero la realidad que vivimos unos y otros, debe hacernos pensar y buscar soluciones menos drásticas que la de negar una mayordomía a una persona que seguramente tiene fe y lo hace de corazón. No está recibiendo un sacramento. Que se le negara la comunión sería más comprensible, pero esto sólo servirá para alejarla de su fe, a ella y a quienes la conocen y apoyan.

El Papa ha bautizado recientemente a un niño, entre otros muchos, que sus padres no estaban casados. Y el Papa lo sabía y no le negó el bautismo. Casillas y Sara Carbonero han bautizado a su hijo sin estar casados y que sepamos nadie les ha puesto pegas. No sé si ser famoso es un plus. Atrás deben quedar los tiempos en que un cura no bautizaba a un niño porque el padre se negaba a aportar la fanega de trigo que era costumbre.

Si nos ponemos así, vayan clausurando o diezmando, al menos, cofradías de todo tipo porque libres de pecado para poder tirar la piedra quedan pocos. Ni el Papa se atreverá a tirarla. Dios no es tan justiciero como nos lo pintan. Lo importante es el amor. Y el amor está por encima de trámites, por obligatorios que sean.

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