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Con armas hasta en la iglesia
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Con armas hasta en la iglesia

Actualizado 04/08/2014
Francisco López Celador

Recientemente he leído una noticia de agencia dando cuenta de que, en el estado norteamericano de Georgia, se ha dictado una norma por la que se permite portar armas a los residentes que consideren que su seguridad personal corre algún riesgo en lugares como escuelas, bares o iglesias.

Acostumbrados a ver las "películas del Oeste", donde con tanta profusión se manejan rifles y revólveres, y tan poco valor se le da a la vida de las personas, es lógico pensar que, aunque la industria cinematográfica tiende a exagerar las historias de aquella época del Far West, algunos genes del "gatillo fácil" puedan haber llegado hasta nuestros días.

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Siempre que se produce una de esas matanzas sin aparente explicación?y hay que reconocer que se dan con mayor frecuencia en USA que en otros países-, surge la polémica del uso de las armas por particulares. Hablando de países civilizados y con una democracia bien asentada, no nos equivocamos nada si aseguramos que Estados Unidos es la nación donde más facilidades se dan para que un particular esté autorizado a portar armas dentro y fuera de su domicilio. Cuando los norteamericanos terminaron su Guerra de la Independencia se dotaron de la Constitución de 1787 ?todavía vigente- y, ante el temor que albergaban los contrarios a la nueva Federación, pensando que un nuevo gobierno podría traicionar lo establecido, introdujeron una serie de disposiciones adicionales ?ellos las llaman Enmiendas-. Algunas como, la Quinta Enmienda ?derecho a no declarar contra uno mismo- se ha encargado el cine de hacerla famosa. Con el fin de "atar todos los cabos", y pensando más bien en una posible desintegración del país, los padres constituyentes introdujeron una Segunda Enmienda, que iba a originar no poca controversia:

"Siendo necesaria una milicia bien ordenada para la seguridad de un Estado Libre, no se violará el derecho del pueblo a poseer y portar armas".

Es verdad que los Estados Unidos ?cuya historia como nación es relativamente corta- cuentan con un pasado lleno de conflictos; unas veces internos, y otras, fruto de las continuas incursiones de pueblos extranjeros. La riqueza natural de sus tierras, la lucha por la subsistencia de las tribus primitivas y la "facilidad" con que se podían ocupar propiedades por parte de los primeros colonos, fueron el caldo de cultivo necesario para que cada colectivo buscara su propia seguridad acudiendo al uso de las armas. Este sentimiento nacional de vigilancia defensiva ante un posible ataque exterior fue calando tan hondo en el pueblo americano que, hoy día, se ve como normal que un padre de familia cargue su coche con armas cortas y largas, abundante munición, y se dedique a enseñar su manejo a todos los miembros de la familia, sin importar sexo ni edad. Esta facilidad y "normalidad" les ha llevado a la situación actual. Se calcula que en Estados Unidos hay unos 300 millones de armas en manos de particulares. Es decir, casi una por habitante.

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Consecuencia directa de esta proliferación de armas es que el número de muertos por arma de fuego ?accidentes, asesinatos y suicidios- es mayor que el producido por todas las guerras en las que han participado, en los últimos tres siglos. En cualquier caso, estamos hablando de más de un millón de muertos. En medio de tal lacra, es lógico que la sociedad norteamericana, sacudida con frecuencia por masacres inexplicables, eleve la voz de protesta e intente acabar con el actual estado de cosas.

¿Cuáles son las razones para que sea difícil una solución estable? Hay varias, y todas de peso. Se me ocurre pensar que no es nada fácil hacer aflorar al control gubernamental un arsenal de 300 millones de armas, muchas de ellas clandestinas. Tratar de eliminarlas de un "plumazo", sería tanto como establecer automáticamente un comercio prohibido similar al de la droga. Por otra parte, está tan arraigada la necesidad de poseer armas que, tras una de esas matanzas indiscriminadas, se produce el efecto contrario al deseado y, curiosamente, aumenta de forma exponencial la venta de armas a particulares. Además, es tal el poder que tiene el mercado de armas en USA que, disfrazado de panacea democrática, los intereses bastardos han sido llevados hasta su Constitución, tomando como pretexto la tan discutida Novena Enmienda:

"No por el hecho de que la Constitución enumera ciertos derechos, ha de entenderse que niega o menosprecia otros que tiene el pueblo".

Y en esa estamos. Mucho me temo que seguiremos viendo personas armadas dentro de las iglesias. ¿Se habrán olvidado de aquello que dice la Biblia: Bienaventurados los pacíficos porque ellos serán llamados hijos de Dios?

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