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Dimensiones de la oración cristiana
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Dimensiones de la oración cristiana

Actualizado 19/07/2014
Eusebio Gómez

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"Cachorritos en venta". Este era el anuncio colgado a la puerta de una tienda. Entre los perritos había uno con una cadera defectuosa y que cojeaba. Ese era precisamente el que el niño quería comprar. El dueño se lo regalaba, pero el niño insistía en comprarlo, pues ese perro tenía el mismo valor que los otros. El hombre repetía que ese animal jamás podría correr, saltar y jugar como los otros perritos.

El niñito se agachó y se levantó la pernera de su pantalón para mostrar su pierna izquierda, cruelmente retorcida e inutilizada, soportada por un gran aparato de metal. Miró de nuevo al hombre y le dijo: "Bueno, yo no puedo correr muy bien tampoco, y el perrito necesitará a alguien que lo entienda".

Dios nos ama y mira nuestra condición humana, nuestras limitaciones, sean las que sean.

La oración es un trato de amistad, es un encuentro personal con Dios, con el Dios amor. Este diálogo o encuentro con Dios es con el Padre por Cristo en el Espíritu Santo. Su sentido es, pues, trinitario.

El Padre es el manantial y fuente de todas las gracias y es término de toda alabanza. El cristiano se ha de dirigir a él con verdadero espíritu de hijo: con fe, ternura, abandono y un empeño por llevar a la práctica las exigencias de su fe.

Cristo es orante y es mediador. Es mediador que ora por nosotros y es el orante que se une a la iglesia haciéndose presente en los que oran. La unión con Cristo por medio del bautismo es el fundamento de la relación filial con Dios. La razón de que el Padre nos dirija la palabra, nos escuche y nos responda, está en que nos ha hecho hijos suyos, partícipes de la naturaleza divina de su Hijo. "Él intercede por nosotros y con nosotros" (Hbr 7, 25).

San Pablo (Rm 8) asigna al Espíritu Santo dos papeles específicos en la oración: a) el que el cristiano sea consciente de su condición filial y pueda invocar al Padre; es la base de toda oración cristiana; b) él mismo pide en el hombre lo que más le conviene. Él es el principal agente, es vínculo de comunión y lleva al cumplimiento de la voluntad del Padre.

La perseverancia del Espíritu y su acción es inseparable de la de Cristo. La Virgen concibe por obra del Espíritu Santo (Lc 1, 31-35); Cristo se ofrece al Padre impulsado por el Espíritu (Jn 12, 27 ss); muere y comunica al Espíritu (Jn 1`9, 30); asciende al Padre y envía al Espíritu (Jn 14, 26).

Así como el Espíritu está presente en la vida de Cristo, lo está igualmente en la vida de cada cristiano. Sólo en el Espíritu Santo el cristiano puede decir "Señor Jesús" (1Cor 12, 3); sólo por medio del Espíritu puede gritar el creyente "Abba, Padre" (Rm 8, 15, 26-27). La oración cristiana, pues, tiene su origen en el Espíritu y no puede darse oración alguna cristiana sin la acción del Espíritu.

Dimensión eclesial. Por el bautismo el cristiano queda incorporado a la Iglesia. Ya actúe en público o en privado, su oración y acción tienen dimensión de iglesia. En este sentido su oración siempre es pública y eclesial, aunque lo haga con oraciones propias. Esta eclesialidad se ejercita en la profesión de fe, cuando la comunidad está presente y cuando se pide por todas las necesidades de la Iglesia. Esta conciencia ha existido siempre en la Iglesia desde sus orígenes. La oración cristiana asume todas las modalidades posibles y ninguna situación humana tiene que ser extraña a la oración de la Iglesia.

Dimensión antropológica. No conviene olvidar que quien ora es un ser humano. La persona orante, es desde todos los puntos de vista un elemento esencial. Nadie puede sustituirla. En ella y por ella actúan los demás elementos. La acción del Espíritu o de la comunidad es oración, porque se transforma en oración de las personas.

Una oración que no fuera personal no sería oración? Intervienen también factores de orden natural: el conocimiento intelectual e imaginario, el afecto sensible o de voluntad, las palabras y los gestos?Todo ello es asumido por la persona y sobre ésta recae la responsabilidad de vitalizar el don del Espíritu y el carisma encomendado por la comunidad. "Toda oración es personal" dirá el P. Federico Ruiz. Quien ora es la persona. Si hay orante hay oración; pero para que esto se realice se necesita que el creyente se abra a Dios y ore con toda la mente y el corazón. A Jesús le basta que la persona tenga fe, humildad y esperanza.

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