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Orar es...
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Orar es...

Actualizado 12/07/2014
Eusebio Gómez

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Un hombre bastante piadoso, que estaba pasando apuros económicos, decidió orar de la siguiente manera: "Señor, acuérdate de los años que te he servido como mejor he podido y sin pedirte nada a cambio. Ahora que soy demasiado viejo y estoy arruinado, voy a pedirte, por primera vez en mi vida, un favor que estoy seguro que no me vas a negar: haz que me toque la lotería".

Pasaron días, semanas, meses... ¡y nada! Por fin, casi a punto de desesperarse, gritó una noche:

? "¿Por qué no me haces caso, Señor?".

Y entonces oyó la voz de Dios que le replicaba:

? "¡Hazme caso tú a mí! ¿Por qué no compras un billete de lotería?".

¿Qué es orar? se pregunta mucha gente. Orar es escuchar a Dios, no el intentar que él nos escuche a la fuerza.

Hay muchas definiciones de oración. Cada persona podría dar la suya. Todas tratarán de describir la relación que hay entre el ser humano y Dios. Así surgen elementos comunes como: "conversión", "elevación de la mente", "coloquio", "alabanza", "piadoso y humilde afecto". Lo más importante de ella es el amor. En esta misma línea podrían entrar las definiciones que de la oración da el P. de Foucauld: "Pensar en Dios amándole", y el P. Rahner: "La oración es un amor que se pone de rodillas". "La unión del que no es con el que es", (Isabel de la Trinidad).

La oración no es obra de los labios, ni de la mente; brota del corazón. "Oración es un levantamiento de nuestro corazón a Dios, mediante el cual nos allegamos a Él, y nos hacemos una cosa con Él" (Fray Luis de Granada).

La oración es diálogo, intercambio de amor. La oración es: " Una conversación o coloquio con Dios" (San Gregorio Niseno); "hablar con Dios" (san Juan Crisóstomo); "Elevación de la mente a Dios para alabarle y pedirle cosas convenientes a la eterna salvación" (santo Tomás); "Piadoso afecto de la mente dirigido a Dios (san Buenaventura); "Conversión de la mente a Dios con piadoso y humilde afecto"; "Elevación de la mente a Dios"; "La petición a Dios de cosas convenientes" (san Juan Damasceno).

Es famosa la definición de santa Teresa de Jesús "No es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama" ( V 8,5 )

Santa Teresita la define así: "La oración, para mí, es un impulso del corazón, es una simple mirada lanzada al cielo, es un grito de agradecimiento y de amor, en medio de la prueba, como en medio de la alegría; en fin, es una cosa grande, sobrenatural que ensancha mi alma y me une con Jesús."

Un Padre de la Iglesia Oriental, Clemente de Alejandría, escribe: "Si no es demasiado atrevida la afirmación, definiré la oración como una conversación con Dios. Aun cuando susurremos las palabras en voz muy baja; aun cuando ni siquiera despeguemos los labios? un grito brota de nuestro corazón y Dios oye ese clamor silencioso?El hombre espiritual trata con Dios como un amigo íntimo: de corazón a corazón" (Strómata VII).

Orar es levantar los ojos, los labios y el corazón a Dios. Desde lo hondo del corazón la persona clama y grita a su Dios que lo escuche. Orar es escuchar y abrirse a Dios, ponerse a su disposición, dejarse moldear por él, darse cuenta de que él nos ama. Orar es acoger lo que él nos da y estar dispuesto a cumplir su voluntad de amor.

Quien ora se relaciona con Dios como Padre, como un padre amigo y cercano. Cuando oramos lo hacemos en "la unión de la Santísima Trinidad toda entera con el espíritu todo entero" (san Gregorio). El orante está habituado a vivir en la presencia de Dios y en comunión con él todo el día. En la presencia de Dios vivieron sus amigos: Abrahán, Isaac, Jacob, Moisés, María, Teresa, Juan de la Cruz... Todos ellos vivían en su presencia y descubrían su presencia en la naturaleza y en los acontecimientos de la vida. La presencia de Dios da unos ojos nuevos para ver la realidad y llena el corazón para comprometerse en la vida. Quien vive en Dios, sabe que el porvenir que le espera es el Dios eterno y que lejos de él es imposible vivir (Sal 72, 26).

"Es el encuentro de la sed de Dios y de la sed del ser humano. Dios tiene sed de que la persona tenga sed de él" (san Agustín). Muchas veces este encuentro no se da, porque la persona no ha descubierto el don de Dios; cuando el sediento cae en la cuenta de dónde está el manantial, enseguida pide el agua viva (Jn 4, 10). Dios llama y busca al ser humano a un encuentro con él. La oración cristiana es un don. Somos hijos de Dios y él nos ha dado el poder de escucharle y dirigirle la palabra como a Padre (Jn 1, 12). Pero la oración, además de ser don, es arte, tarea que se aprende y debe practicarse cada día y cada momento.

Lo más importante, pues, no es saber muchas definiciones sobre la oración, sino orar y orar como Jesús nos enseñó. Tenemos a nuestro alcance métodos y medios en abundancia, doctrinas y experiencias de toda clase, sabemos mucho en teoría, pero no sabemos, en definitiva, orar. La oración cristiana supone la experiencia de la fe. Para orar necesitamos fe y ganas de querer hacerlo. Para orar necesitamos paciencia, perseverancia y ser coherentes con lo que pedimos.

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