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Antes mataban leones (II)
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Antes mataban leones (II)

Actualizado 04/07/2014
Luis Miguel Santos Unamuno

Entre los géneros literarios existe la llamada bildungsroman que retrata el proceso de aprendizaje y formación del adolescente que pasa a la vida adulta. Entre muchas otras el Lazarillo de Tormes puede ser considerada una de ellas pues Lázaro tiene que aprender a sobrevivir como pícaro, tiene que decidir quién es. Es significativo que en el momento de aparecer este tipo de novela los protagonistas son en su gran mayoría varones: el héroe aprendía a ser un adulto independiente mientras la mujer debía aprender a ser sumisa y a depender de la protección de otro para su supervivencia. El núcleo de las novelas de formación femeninas suele consistir en el descubrimiento, por parte de la heroína, de la opresión que sufre en la sociedad para, a partir de ahí, iniciar una lucha por el derecho a decidir sobre se propia vida. ¿En qué se parece eso a los avances en igualdad que emprenden nuestras adolescentes adoptando las peores conductas de riesgo anteriormente circunscritas a los varones (tabaco, alcohol, drogas e incluso -aunque esto es más cuestionable- promiscuidad sexual)?. Un descubrimiento tardío que debería aleccionar a nuestras jóvenes se recoge admirablemente en la novela El despertar de Kate Chopin.

Estoy preocupado por los adolescentes que despedí en junio y recibiré de nuevo en septiembre, y por sus hermanos y hermanas apenas unos años mayores. Estoy preocupado por la ausencia de caminos para ellos, y más todavía para ellas, en una sociedad en la que ya no se llevan los héroes, ni las mujeres esperan a ser elegidas para el matrimonio sino que han tomado las riendas de su propio futuro, y quedan pocos leones que matar salvo en sentido metafórico. Pero, ¿están interesados en matarlos?

Hace años hizo furor entre los jóvenes una novelita, también llevada al cine, que retrataba -otras lo habían hecho antes, como las películas más petardas de Almodóvar- el entorno de unos jóvenes que coincidían en un local llamado Kronen y que parece que sirvió de faro a muchos que, como antes, como siempre, buscaban un referente para aprender a saber quiénes eran pues no querían ser sus padres. Empezaba una corriente que no se ha detenido. Parece que ahora todo ha sido absorbido, invadido, por una población de gente, la mayoría jóvenes, que ya no tiene tiempo de matar leones, que necesita y exige por derecho una continua fiesta (que ya no dura un día sino varios con su pre, post o tornaferia) para que todo termine siendo, cuando se van retirando los padres que han llevado a sus retoños de menos de 10 años, un gigantesco botellón donde lo más importante es tener ya preparados los servicios de hostelería con grandes barras sirviendo cubatas no se vayan a quejar los vecinos y no nos voten la próximas municipales. Las viejas tradiciones: los Quintos, Las hogueras de San Juan, el Rocío, las ferias ganaderas, el Lunes de Aguas. O las nuevas en forma de graduaciones de facultades, nocheviejas universitarias, macroconciertos ya no de protesta como se decía antes.

¿Tradiciones intocables?. La pregunta es otra: ¿por qué tipo de tradiciones queremos ser recordados y reconocidos por nuestros hijos o conciudadanos?. ¿Qué tal por la tradición de participar, al acabar la carrera, en acciones de solidaridad, y buscarse trabajos eventuales para vivir un tiempo fuera de casa valiéndose por uno mismo o una misma? Muchos estudiantes europeos se apuntan a los programas de work&travel que les permite viajar mientras ganan un dinerito trabajando. ¿Tiene sentido renunciar a oportunidades únicas en forma de becas para aprender idiomas en otros países sólo por mantener la tradición de reunirse con unos amigos a celebrar una festividad? ¿Por qué no inventarse tradiciones solidarias en lugar de egoístas o meramente lúdicas? Como manifiesta la médico nigeriana Olayinka Koso, la premio Príncipe de Asturias de Cooperación: "Si la tradición no es buena, hay que cambiarla" como se hizo con el vendaje de pies de las niñas chinas. En África sí que saben de ambiente rural y de costumbres milenarias que lastran el desarrollo y la igualdad.

No nos engañemos, la conducta de rebelarse contra esos adultos que no nos entienden y nos cierran el paso y quieren que comulguemos con sus ideas en lugar de dejarnos tener las nuestras es absolutamente necesaria para el avance de la Humanidad pero puede tomar miles de formas, muchas de ellas poco productivas, insolidarias y estériles. Eso sí, muy divertidas y excitantes. Pero no es lo mismo quemar un contenedor en una barriada sin futuro, empobrecida y segregada de París, que hacerlo a poca distancia de la confortable casa de tus padres y con la tarjeta de crédito en el bolsillo tan sólo por el hecho de divertirse durante la fiesta.

¿Cómo queremos que se nos conozca?, ¿Cuál es nuestra bildungsroman actual?

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