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Una piedra en el camino
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LA MOSCA COJONERA

Una piedra en el camino

Actualizado 24/06/2014
Luis Gutiérrez Barrio

Andaba organizando mis papeles, mis libros, mi mesa de trabajo, cuando, por esas cosas que pasan en nuestra cabeza y que la mayoría de las veces no sabemos por qué ocurren, me acordé de una piedra. Sí, una piedra que debía estar perdida entre toda aquella maraña de objetos que inundaban mi habitación.

Era una tarde de otoño, fría como si fuera de invierno, paseaba por un camino de tierra hendido por las ruedas de los tractores que se perdía en la lejanía de la llanura armuñesa. Iba absorto, sin saber en qué pensaba, de repente mis ojos se centraron en una piedra, una piedra como tantas y tantas de las que había en el camino, una piedra ni pequeña ni grande, me agaché, la cogí, cabía en mi puño, tampoco tenía una forma o unos colores especiales? solo era eso, una piedra y nada más.

La llevé durante un rato en mi mano, la miraba y empecé a pensar cuantos años haría que esa piedra estaba por estas tierras, cientos, miles? tal vez, ya estuviera aquí cuando por estas tierras andaban seres que poco tenían que ver con los que ahora conocemos, cuando la vegetación era diferente, tal vez haya visto bosques inmensos, plagados de fieras ya extintas, tal vez haya permanecido durante siglos en el fondo de algún lago ya desparecido. Habrá conocido a los padres, de los padres, de los padres? de los que hoy paseamos por estos caminos, generaciones y generaciones de hombres rudos del campo armuñés. Habrá visto pasar carros cargados de mies, hombres a lomos de sus burros, habrá visto labrar las tierras con rudimentarias herramientas, segar a mano durante los asfixiantes meses de verano. Habrá visto cómo se mataban las gentes del pueblo y otras venidas de lejos en fratricidas guerras. Habrá soportado estoicamente, torrenciales lluvias, gélidas mañanas, heladas nevadas blancas y tórridos calores de verano.

Seguro que antes que el ser humano pisara estas tierras ella ya estaba rodando por estos lares.

Pensé que tenía en mis manos una joya de la naturaleza, una joya que la naturaleza había necesitado miles de años en formar. La acaricié entre mis dedos hasta que limpia de polvo y tierra llegó a tomar cierto brillo. Me volví a fijar en aquella simple piedra y me pareció hermosa. ¿Cómo iba a deshacerme de ella? Me la llevé a casa, la guardé entre mis cosas. Al poco tiempo me olvidé por completo de ella. Hoy he vuelto a acordarme, pero no sé dónde puede estar, seguro que en alguna limpieza anterior habrá ido a parar a la basura.

¿Dónde estará ahora? Seguirá su eterno peregrinar por este mundo, recorrerá infinidad de lugares en tiempos diferentes, conocerá avances tecnológicos imposibles de imaginar, verá pasar generaciones y generaciones de seres humanos sin que nadie vuelva a fijarse en ella. Cuando yo ya no esté, cuando de mí no queden recuerdos, cuando todos los que hoy habitamos la Tierra, pertenezcamos a un tiempo remoto del que nada quede, ella seguirá en este mundo. Tal vez, forme parte de algún edificio, de alguna carretera, de algún camino, que también desaparecerá, y volverá a ser piedra de nuevo.

Quién sabe si dentro de cientos, o de miles de años, otra persona la recoja, la mire, la encierre en su puño, se la lleve a su casa, la guarde entre sus pertenencias y pasado un tiempo, cuando reorganice sus cosas, se acuerde de ella, y al no encontrarla, piense que la habrá tirado en una limpieza anterior.

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