Todos los días oímos algún comentario de un profesor o de un padre sobre el bajo nivel de la enseñanza, sobre los problemas de aprendizaje de los estudiantes, sobre el fracaso del Plan Bolonia en las Universidades, etc. Y todos los días también escuchamos que la culpa es del sistema que no motiva a los estudiantes, de los profesores que son unos incapaces, de la endogamia de la universidad que impide el acceso a la docencia a los jóvenes mejor preparados.
Incluso se echa la culpa a la " mercantilización y privatización de la Universidad pública " del fracaso de la reforma educativa europea.
Ciertamente, desde mi punto de vista, los males de la enseñanza son numerosos, para que el sistema educativo sea eficaz es imprescindible la estrecha relación entre los actores del proceso educativo, profesores, alumnos y sociedad, sin embargo, eso no se da en nuestro país.
Sistemáticamente los profesores son presionados, cuando no amenazados, por alumnos y padres cuando no satisfacen las peregrinas exigencias de aquellos; mientras, por otra parte, la Administración educativa exige resultados y mejoras educativas al mismo tiempo que recorta sueldos del profesorado, becas, inversiones en centros o sencillamente en programas de perfeccionamiento y mejora del profesorado.
En el caso de la Universidad, los cambios legales han sido muy importantes y han coincidido con los mayores recortes en los presupuestos educativos desde los años 90. Si se trataba de fomentar una enseñanza más activa que involucrara al propio estudiante en su formación ampliando las prácticas externas, hay que decir que Bolonia ha fracasado estrepitosamente.
No se puede fomentar una mayor relación entre el profesor y los alumnos cuando por efecto de los recortes presupuestarios los cursos aumentan desmesuradamente de alumnos, ¿ acaso es posible un tratamiento individualizado de los alumnos con 93 matriculados en un curso?. ¿ Cómo se puede implantar una tutoría personalizada por email o fomentar seminarios con esa o superior número de alumnos por clase?.
Cada vez más los profesores están más desmotivados, marginados por la Administración que no cuenta con ellos para las reformas, agobiados por nuevos procedimientos burocráticos y zaheridos por las redes sociales porque cobran mucho y trabajan poco.
Es necesario un gran pacto educativo entre la Administración Pública, el profesorado, los alumnos y la sociedad que realce la labor del profesor y su significado social. Y que reafirme su compromiso con la educación y sus valores desde la Primaria a la Universidad. Una sociedad que desprecia o ignora a sus profesores está condenada a la ignorancia
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