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Aldeanismo
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Aldeanismo

Actualizado 22/06/2014
Paco Blanco Prieto

El aldeanismo mental amordaza la rebeldía, silencia la injusticia, participa de la murmuración, permite la manipulación y consiente resignadamente los abusos de las espuelas.

Aldeano es la persona que vive en una aldea, lo cual es tan digno como sobrevivir en la ciudad, y no tiene la connotación peyorativa que habitualmente se otorga al término aldeanismo para referir la estrechez mental, tosquedad de espíritu y vulgaridad de costumbres, atribuida a ciudadanos de obtuso cerebro que habitan en populosas ciudades, sonambuleando por las calles como extraterrestres perdidos en caminos vecinales.

El espíritu aldeano conjuga bien con la autorrepresión y desconoce la libertad; tiene una visión sesgada del mundo y una concepción endogámica de la vida. Confunde formación con adoctrinamiento. Prefiere el diminutivo al aumentativo; el comparativo al personal; y el adjetivo al sustantivo. En la aldea mental se levantan capillas en los portales, se hacen debates rosados en los tendederos de patios vecinales y se discute de fútbol en los bares, mientras los listos del pueblo rapiñan todo lo que pueden en medio de tanto despiste.

Ser aldeano cerebral es una categoría del espíritu y un estado de ánimo, que nada tiene que ver con el dinero, la raza o el origen. El aldeano tiene buena memoria para las ofensas, escasa capacidad de olvido y nula disposición al perdón. Es miope cerebral que disfruta bajo el orbayo creyendo que no se moja, siendo presa fácil de los depredadores que buscan al sur del sirimiri los bobos que calan sus huesos. Menudean entre ellos los caciques, hombres sin escrúpulos, económicamente fuertes y socialmente invencibles, que no tienen reparo en hacer cuanto proceda para seguir el rastro de la codicia y llegar donde marca su ambición.

Cuando hablamos de aldeanismo, estamos hablando de desconfianza, envidia y comadreo. De miradas tras los visillos, de gratuitos tuteos, de comentarios entre bastidores, de cobardía social y de señales indicando direcciones obligatorias. Hablamos de control sobre entradas y salidas; sobre la ropa que se viste; sobre el coche que se tiene; y sobre el piso que se habita.

Aceptar el aldeanismo conformista significa amordazar la rebeldía; silenciar la injusticia; participar de la murmuración; tolerar los empujones; permitir la manipulación y consentir resignadamente los abusos de las espuelas.

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