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La tumba de Tutankamon, por Jesús Cid
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OPINIÓN

La tumba de Tutankamon, por Jesús Cid

Actualizado 21/06/2014
Redacción Ciudad Rodrigo

Es curioso, los arqueólogos se parten la espalda buscando historias del pasado y aquí aparecen y las volvemos a enterrar. Será qué nos sobra material.

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Cuentan, hablan, dicen, que en cualquier lugar de la ciudad donde se ha excavado con la respetable idea de construir, han aparecido vestigios de nuestros antepasados, restos de nuestra historia, y temiendo que la obra fuera parada de inmediato, procedióse a sepultarlos bajo capa de hormigón. Leyenda urbana, bulo sin fundamento, no creo que nadie fuese capaz de semejante disparate.

Sin embargo no es ningún cuento, existen documentos gráficos y escritos que no admiten dudas, que bajo un lienzo de nuestra muralla existen dos sepulturas del siglo XVII. Se trata de la de Doña Magdalena Rodríguez Ocampo y la de su Marido don Antonio Hernández de Mercado. La aparición tuvo lugar en el año 2003, mientras se realizaban mejoras en la pavimentación de las Calles Campo Frio y Muralla. Entonces un tramo del Muro se vino abajo quedando al descubierto, en buen estado de conservación, la estatua yacente de Magdalena, cuya cabeza reposa plácidamente sobre varias almohadas. En aquel momento, "alguien" decidió que ese pedazo de nuestro patrimonio debería ser sepultado de nuevo, y ahí sigue. La de su marido Antonio, muerto en 1622, no llegó a descubrirse pero se sabe que está en el mismo lugar bajo la muralla ya que el matrimonio estaba enterrado en el ábside de la antigua Iglesia de Santo Tomé, la cual quedó bajo el muro defensivo en los trabajos de fortificación de la ciudad (siglo XVIII).

Es curioso, los arqueólogos se parten la espalda buscando historias del pasado y aquí aparecen y las volvemos a enterrar. Será qué nos sobra material. Es como si el descubridor de la tumba de Tutankamon Mr. Howard Carter, hubiera sido obligado por los egipcios a sellar de nuevo la cámara mortuoria a la que tanto empeño y pasta dedicó, con el argumento que con las Pirámides y los Jeroglíficos para que queremos más.

Pero si el enterramiento de las sepulturas se debe, estrictamente, a una cuestión técnica y Doña Magdalena y Don Antonio han de permanecer en un estado de conservación tal, que limite su temperatura, luz y humedad como el vino en la cava o el jamón en la bodega, entonces nada que alegar. Dejemos que las almas de la pareja sigan retozando clandestinamente en ese lugar tan propicio para los juegos del amor. Que así sea.

NOTA: Los datos históricos han sido extraídos de un artículo de Mª Paz de Salazar, publicado en el Libro del Carnaval 2004 (pag, 343). Como la mayoría sabéis, en los libros del Carnaval no sólo se habla de encierros y capeas de toros, también de historia, arte y otros asuntos.

Jesús Cid López

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