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Cerrado y sacristía
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Cerrado y sacristía

Actualizado 21/06/2014
Julio Fernández

Profesor de Derecho Penal de la Usal

Estamos viviendo el desarrollo del mundial de fútbol con más pena que gloria porque nuestra selección española ha quedado eliminada de forma inesperada. Habíamos depositado muchas esperanzas en ese grupo de jugadores excepcionales dirigidos por un noble entrenador (que para nuestro ego particular salmantino es, además, un buen paisano charro) que tantas alegrías nos han dado en los últimos 6 años con sus triunfos. Y, curiosamente, uno de los detalles que más me llama la atención cuando compite España es el relacionado con la interpretación del himno nacional. Una iconografía que resume la fatalidad de nuestra historia reciente, de nuestros eternos enfrentamientos fratricidas. En esa interpretación, nadie podemos cantarlo porque es un himno sin letra; mejor dicho, la letra más conocida, la del poeta franquista José María Pemán (que compuso en 1928 por encargo del dictador Primo de Rivera), no tiene cabida en el actual Estado Democrático de Derecho, simple y llanamente porque es excluyente y está concebido para satisfacer a una España, la reaccionaria y ultramontana, demonizando, no sólo a la otra España, sino también a los nacionalismos (uno de los mayores problemas de nuestra sociedad actual).

En esta España dividida es, por otra parte, donde hemos tenido la oportunidad de presenciar la abdicación del rey Juan Carlos y la proclamación de su sucesor Felipe VI. Acontecimientos que no han estado exentos de controversia política y social, dado que hay un elevado porcentaje de ciudadanos que no se sienten cómodos en un Estado como el actual (aunque formalmente sea democrático).

Aunque es cierto que el reinado de Juan Carlos (que, por otra parte, no tuvo un origen democrático al ser designado por el anterior Jefe de Estado, el dictador Franco, en un país normativizado por las denominadas 7 Leyes Fundamentales del Reino y presididas por unos Principios del Movimiento Nacional que excluían a los vencidos en la Guerra Civil de 1936-1939) ha supuesto la estabilidad sociológica más prolongada de la historia de España, tampoco es menos cierto que quienes tienen una ideología Republicana no se les da la opción democrática de manifestarse en un referéndum.

Se ha perdido una oportunidad histórica que hubiera dado mayor legitimidad al Príncipe, ahora Rey, si el resultado de la consulta (como así parecen prever los sondeos) hubiese apoyado mayoritariamente la Monarquía Parlamentaria, o, en su caso, si el apoyo hubiera sido a la República, haber iniciado los trámites de reforma constitucional, por otra parte, tan necesaria en estos momentos, derivada de los cambios sociales, políticos, económicos y culturales producidos en los últimos 36 años.

España ya no es la misma que la de 1978, hay nuevos problemas que se deberían atender, y, para ello, lo primero que se debería abordar es una reforma constitucional de calado (aparte de la forma política de Estado, si procediera, dependiendo del resultado del referéndum, la cuestión regional o la reforma del Senado como auténtica cámara de representación territorial), conservando la parte dogmática relativa a los derechos y deberes fundamentales, que sigue estando vigente porque respeta muy decentemente la Declaración Universal de Derechos Humanos y los tratados y acuerdos internacionales sobre las mismas materias.

Por otro lado, analizando el discurso del nuevo Rey, me siento aún más defraudado porque ha pasado de puntillas por los problemas que realmente interesan a los ciudadanos. Esa "monarquía renovada", que el nuevo Rey quiere impulsar para nuestro país, debe trabajar por la estabilidad política, abordar los graves desequilibrios sociales (España es el país desarrollado de la OCDE donde más han crecido las desigualdades entre ricos y pobres en los últimos 7 años) y acabar con la mala imagen que todos tenemos de una corrupción política y económica, contra la que se lucha muy poco.

Tal vez si todos estos problemas se abordaran con seriedad, aplomo y sentido de Estado, podríamos cantar el himno nacional en el próximo mundial y sentirnos cómodos, como franceses, alemanes, italianos, uruguayos, argentinos, brasileños?, y acabar con esa vieja España Machadiana de "charanga y pandereta, cerrado y sacristía, devota de Frascuelo y de María".

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