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¿Bailas… víbora?*
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¿Bailas… víbora?*

Actualizado 16/06/2014
Javier González Alonso

En esta época, tan propicia para abandonar la ciudad, es cuando se dispara el número de casos de problemas con las serpientes... para las serpientes. Ellas son las máximas perjudicadas, pues son víctimas fáciles en nuestras carreteras, donde las encontramos calentándose con el asfalto. No es nada infrecuente ver cómo los coches hacen maniobras para atropellarlas, matando uno de los más valiosos aliados de los agricultores frente a determinadas plagas. Sean langostas, sean topillos, sean ratones, sean insectos de todo tipo, nuestras serpientes son unas verdaderas limpiadoras de nuestros campos y cultivos.

Que tienen muy mala fama, por ciertos motivos religiosos, ya lo vimos la semana pasada, pero, además de la leyenda de la teórica manzana bíblica, si bien el mito habla del fruto del Árbol del Conocimiento, se le han atribuido cualidades sorprendentes. Estas espectaculares propiedades suelen haber sido contempladas, casualmente, por el primo hermano de un amigo, o un amigo del primo; los mismos que han visto a la "chica de la curva"; el vídeo de nosequién haciendo nosequé con un bote de mermelada; que los residuos nucleares son buenos para la comarca de Retortillo; o los ataques de buitres en la sala de natalicios de algún hospital: puras leyendas urbanas, campestres en este caso, a los que no habría que hacer el más mínimo caso pero que siguen teniendo múltiples adeptos. La ignorancia es tremendamente atrevida.

Uno de los mitos más extendidos, pues lo encontramos prácticamente por todo el mundo, es que las serpientes maman, sea de las ubres del ganado, o de los senos de una madre humana. En algunos casos, para rizar el rizo, la serpiente introduce la cola en la boca del mamoncete para que no llore y la madre no sé dé cuenta de la suplantación. Imagino que sentir en el pezón una boca que, al carecer de labios, no puede succionar, y que es mordido por varias filas de dientes que poseen nuestras amigas, no pasará fácilmente desapercibido. Si le sumamos que, biológicamente, no pueden sintetizar la leche, y que estos animales temen, en general, a todo lo que es mucho más grande que ellas, no termina de ser una leyenda demasiado creíble. Claro que, si ciertas personas son capaces de creerse que alguien que ha nacido en una determinada cuna es superior a ellos, no podemos asombrarnos.

Otro gran mito es de la capacidad para cazar tras hipnotizar a la víctima. ¿Quién no recuerda la imagen de Kaa hipnotizando a Mowgly, mientras le canta una canción, en la película de dibujos animados "El Libro de la Selva"? Hablo de la película de Disney, que no del libro de Kipling, pues en éste el único animal al que Kaa no puede hipnotizar es, al contrario, a Mowgly. No es el único caso en el que el cine ha logrado convencer a la mayoría de que así es la realidad. Lo que sí hay que reconocerles a estos reptiles es la peculiar mirada que poseen, y que es debida a la ausencia de parpadeos, ya que sus párpados son transparentes, pareciendo que sus ojos están siempre abiertos y ellas permanentemente en vela. El mito se refuerza al ver la forma de cazar y acorralar a sus presas: como muchos animales, la paciencia tiene su recompensa, con lo que la calma, la quietud, merece la pena? cuando su presa se distrae y ellas se lanzan velozmente a por ella. Algo similar es lo que hicieron ciertos bancarios con el robo de las preferentes a personas sin conocimientos económicos: esperar tranquilamente a que se confiasen para no dejarlos escapar.

Volvemos a los amigos del primo, que tenían una serpiente que se acostaba con ellos, estirada? hasta que, preguntando al veterinario de turno, descubrieron que lo que hacía su mascota era medirlos para, cuando alcanzasen la medida adecuada, tener una presa abundante. Desde luego si un veterinario es capaz de comentar eso, más vale que no volvamos a ese pseudoprofesional, pues hay varios aspectos que desmienten dichos comportamientos, y que debería conocer el experto. El primero es que las serpientes tienen excepcionalmente desarrollado el sentido del olfato, no el de la vista; es decir, los seres humanos "no olemos a presa de serpiente. Además, los reptiles que se suelen tener en terrarios son especialistas en su dieta, ingiriendo roedores o similares, y no suelen pasar hambre, al contrario que en libertad. No hay problema, incluso, si no nos duchamos regularmente, ya que seguiremos sin oler a presa, excepto que lo seamos de determinada gente sin escrúpulos, y que suelen vanagloriarse de su patriotismo y religiosidad.

Al ir recordando mitos me asoma la sonrisa ante los disparates que pueden llegar a creerse. Y hablo sólo de lo relacionado con los animales, porque si me pongo con los mitos políticos necesitaría varios servidores para acumularlos. Pero tampoco puedo dejar de señalar algunos, ahora que están en pleno apogeo, y sabiendo que mi punto de vista es sesgado. El primero es que a los ecologistas únicamente nos interesan los pájaros y la naturaleza, cuando tenemos propuestas para todos los asuntos importantes. El segundo, el antiguamente llamado partido socialista, sigue defendiendo esas concepciones sociales, cuando las abandonó hace décadas; y más teniendo en cuenta que han pasado de definirse como republicano a ser los que portarán la cola de la capa monárquica. La tercera leyenda tiene que ver con el partido gobernante, que habla de defender el interés general? siempre que no seas homosexual, negro, gitano, pobre, sin estudios, mujer, anciano, niño, trabajador, emigrante o cualquier otro aspecto que no les guste? y no seas familiar.

(*) Ramoncín: "Felisín el Vacilón", Barribajero, 1979.

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