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Por dónde se va al Parador, por Jesús Cid López
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OPINIÓN

Por dónde se va al Parador, por Jesús Cid López

Actualizado 15/06/2014
Redacción Ciudad Rodrigo

"Tanto el que nos visita al azar, como el que viene con el viaje programado, no verá la Muralla hasta que no se haya dado de frente con ella"

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Hubo un tiempo, no muy lejano, en el que entrases por donde entrases podías ver desde lejos una ciudad amurallada de la que emergen tres torres; La Catedral, Cerralbo y El Castillo. Entonces la carretera nacional bordeaba la muralla y había que tener agallas de no hacer una visita turística ante esas vistas. Imagino que el visitante de paso quedaría muy sorprendido al comprobar que el contenido era tan bello como el continente.

Bien, ahora Miróbriga, tan bella como lo fue siempre, pero más cuidada y acondicionada para el turismo, ya no cuenta con esa ventaja y sólo unos pocos y austeros carteles te indican que tiene una visita justificada. Unos carteles que, por cierto, son estándar e igual valen para un pueblo en el que se puede visitar su iglesia y su museo del arado, por ejemplo, como para una ciudad como la nuestra cargada de monumentos fascinantes. Tanto el que nos visita al azar, como el que viene con el viaje programado, no verá la Muralla hasta que no se haya dado de frente con ella, por que los edificios que la sitian te impiden cualquier visión anterior.

Será por esto por lo que súbitamente un vehículo se para a tú vera, baja la ventanilla y una cabeza desorientada y confusa te pregunta ¿oiga por favor, por dónde se va al Parador? Si esto sucede en un punto cercano a la Puerta de Amayuelas, la cosa no es tan complicada, llegue usted a la Plaza Mayor y siga las indicaciones. Pero si el encuentro surge en la zona Encañería-Registro, el asunto es peliagudo, tú mismo, en un sencillo ejercicio de empatía, te paras a pensar y asumes que te costaría llegar en coche hasta el Parador. O les aconsejas dar la vuelta allí mismo, o los envías a esa uve absurda en que se ha convertido la Calle Madrid y que te envía a ningún sitio por la calle Campo Frio.

Pero en ambas opciones han de salir de nuevo del recinto amurallado más confundidos y desorientados, si cabe. Te consuelas pensando que volverán a preguntar y la amabilidad de la gente les va a indicar el camino correcto. Incluso que un alma generosa, que las hay, se ofrecerá para subir al vehículo y dejarles en el ansiado destino. Una vez hayan concluido su estancia entre nosotros los viajeros suelen preguntar, también, por dónde se va a la Alberca y eso, perdón por la descortesía, me preocupa menos.

Yo lo he pensado muchas veces; si me hubieran dado un euro cada vez que alguien me preguntó "por dónde se va al Parador?".

Jesús Cid López

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