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Los mares y el amor
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Los mares y el amor

Actualizado 15/06/2014
José Román Flecha

"Levantad la voz, no el nivel de los mares". Suena bien este lema, elegido para el Día Mundial del Medio Ambiente de este año 2014. Con esa exhortación, las Naciones Unidas intentan despertar las conciencias sobre el calentamiento de los casquetes polares, su consiguiente deshielo y la subida del nivel de los océanos.

La cuestión es bastante discutida. Para unos el deshielo del Océano Ártico facilitaría la navegación por el norte de Europa. Para otros, el deshielo terminaría por cubrir algunas islas y varias ciudades que hoy se elevan a la orilla de los mares. Todos aducen complicados cálculos económicos en un sentido y en otro.

De todas formas, hay que aplaudir el establecimiento de una jornada anual de reflexión sobre la dignidad del medio ambiente y el respeto que se merece la naturaleza.

En su encíclica "La caridad en la verdad", el Papa Benedicto XVI escribía que el ambiente natural "es un don de Dios para todos, y su uso representa para nosotros una responsabilidad para con los pobres, las generaciones futuras y toda la humanidad".

Hace unos años se acusó a la fe judeo-cristiana de promover indirectamente el deterioro del planeta. Es una acusación falsa. El Papa Ratzinger afirma que "el creyente reconoce en la naturaleza el maravilloso resultado de la intervención creadora de Dios, que el hombre puede utilizar responsablemente para satisfacer sus legítimas necesidades ?materiales e inmateriales? respetando el equilibrio inherente a la creación misma".

Por eso puede añadir que "si se desvanece esta visión, se acaba por considerar la naturaleza como un tabú intocable o, al contrario, por abusar de ella. Ambas posturas no son conformes con la visión cristiana de la naturaleza, fruto de la creación de Dios" (CV 48).

También el Papa Francisco, en su exhortación "La alegría del Evangelio", ha escrito que "el planeta es de toda la humanidad y para toda la humanidad" (EG 190). Por eso hay que tutelar la fragilidad del conjunto de la creación: "Los seres humanos no somos meros beneficiarios, sino custodios de las demás criaturas" (EG 215).

Muchos nos preguntamos qué podemos hacer para evitar la subida de las aguas de los mares. Pero todos podemos colaborar para mantener más limpias todas las aguas. Y todos podremos levantar la voz para que los gobernantes del mundo promulguen leyes justas que ayuden a preservar el tesoro del ambiente.

Ante la próxima beatificación del Papa Pablo VI, volvemos a leer el escrito en que nos reveló su "Pensamiento ante la muerte". En él manifestaba su estupor ante "este mundo inmenso, misterioso, magnífico, este universo de las mil fuerzas, de las mil leyes, de las mil bellezas y las mil profundidades". Y se lamentaba de no haber admirado más este cuadro, ante él que expresaba su admiración y su gratitud.

También nosotros, como él, hemos de confesar que "tras la vida, la naturaleza y el universo, está la Sabiduría y? está el Amor".

AMOR Y GLORIA

Solemnidad de la Santísima Trinidad. A

15 de junio de 2014

"Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad". Así se presenta el mismo Dios a Moisés entre las rocas del monte Sinaí (Ex 34,6). Esa manifestación que se proclama en la misa de hoy ya nos revela la bondad infinita de Dios.

Él ha liberado a su pueblo de la esclavitud de Egipto. Pero Moisés sabe que el punto de partida significaría bien poco si no se alimentara en el pueblo el ideal del punto de llegada. La memoria ha de abrirse a la esperanza. Por eso le ruega al Señor que camine con su pueblo y lo tome como su heredad.

Caminar con el Dios de la compasión y la misericordia no es un privilegio exclusivo de aquellas tribus hebreas. La fe nos dice que también nosotros podemos caminar amparados por el Dios compasivo y misericordioso.

EL AMOR DE DIOS

Jesús revela a Nicodemo la identidad de Dios y su proyecto sobre el hombre: "Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creeen en él, sino que tengan vida eterna" (Jn 3,16). Con esta manifestación se completa la que se encontraba en el libro del Éxodo. El Dios compasivo ama a este mundo.

Esa intuición de la experiencia hebrea es el núcleo de la fe cristiana. En la religión de los griegos nunca se habría podido imaginar que los dioses amaran a los hombres. Los dioses infundían terror. Los predicadores cristianos tuvieron que desempolvar el verbo "agapáo", como en este caso, para hablar del amor gratuito y misericordioso de Dios.

Una de las causas del ateismo contemporáneo se encuentra precisamente ahí. Muchos confunden el Dios que anuncia Jesús con el Dios que condenó a Prometeo por haber intentado ayudar a los hombres a prosperar. El Dios que envía a su Hijo Jesús no tiene celos de los hombres. Al contrario ama a los hombres y a su mundo.

EL NOMBRE Y LA GLORIA

En el pueblo de Lardeira (Orense) se venera una interesante imagen de la Trinidad. Tres figuras se miran como afirmando su identidad divina y su diversidad como personas. A ellas se refiere San Pablo en la segunda lectura de hoy: "La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté siempre con vosotros" (2 Cor 13,13).

? "La gracia de nuestro Señor Jesucristo". Si por Moisés nos fue dada la Ley, por Jesucristo nos han llegado la gracia y la verdad (Jn 1,17). A él acudimos con esperanza, sabiendo que seremos aceptados y perdonados.

? "El amor de Dios". El Dios Creador del mundo y liberador de Israel, es nuestro Padre y nos ama de forma creativa y gratuita, con amor compasivo y misericordioso.

? "La comunión del Espíritu Santo". El Espíritu de Dios es la comunidad de Dios, que humildemente tratamos de reproducir en nuestras comunidades humanas.

En su exhortación "La alegría del Evangelio", el Papa Francisco nos recuerda que nuestra fe en el Dios trinitario promueve el amor al prójimo, la fraternidad y la justicia y nos lleva a la compasión que comprende, asiste y promueve a la persona (EG 178-179).

- Dios compasivo y misericordioso, te adoramos en la unidad de tu ser y en la Trinidad de tus manifestaciones. En tu santo nombre nos ponemos en camino y proclamamos para tu gloria el evangelio que nos salva. Amen.

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