La estación más hermosa del año comienza a desaparecer, dejando tras su paso árboles en flor, días eternos de luz y brillo y un aroma especial que sólo la primavera tiene. Vivimos los días más extensos del año, esos en que confundes las horas porque resulta imposible creer que el azul del cielo sea tan claro rozando casi las diez de la noche. La estación de la vida, del comienzo, de los sueños, trae consigo el inicio de la temporada BBC, es decir, bodas, bautizos y comuniones.
Comenzamos a ver pasear por la ciudad preciosos niños vestidos de blanco, radiantes centro de atención de sus orgullosas familias; bebés que lucen más hermosos que nunca en sus faldones camino de la Iglesia, con sus papás y abuelos desbordantes de felicidad por la llegada del nuevo miembro, y muchos novios que celebran y comparten en familia su amor. Todas estas celebraciones de la vida, del amor, de la amistad y de la familia, se tornan más visibles con la venida de la primavera y del incipiente verano.
No creo que sea casualidad que la gente, mayoritariamente, elija como fecha de tales celebraciones los meses de la luz porque si algo tienen en común las BBC y la primavera es que en todas ellas vislumbramos el comienzo de algo. Los bautizos celebran la llegada de un nuevo miembro a la familia (y a la familia cristiana también); las comuniones señalan el inicio de cierta madurez de los infantes que poco a poco desvelan la incipiente adolescencia, y las bodas son el comienzo o la constatación de que una nueva familia comienza su historia. La primavera, como las BBC, son sólo el principio de historias y de vidas que aún están por escribir.
Hace unos años -el tiempo y las circunstancias cambian las perspectivas- creía en el matrimonio como algo casi lógico porque entendía que las personas que se quieren y desean pasar la vida juntos, se casan. A día de hoy, un poco más castigada por la experiencia y la observación de lo que me rodea, me he vuelto más escéptica. Las estadísticas de fracaso matrimonial ponen los pelos de punta a cualquiera, y la idea compartida de muchos futuros novios de que si la cosa no va bien siempre nos queda el divorcio?no me ayudan a creer que el matrimonio sea la mejor opción si las personas no están convencidas de que la vida tiene más negros que rosas y que en las dificultades es cuando la palabra compromiso cobra sentido.
Esa es mi idea del matrimonio, la de dos personas capaces, libres y autónomas que se quieren, y que siendo plenamente felices con sus vidas (cada cual con la que se ha construido) están dispuestas a compartirlas y a crear una vida en común y una familia (la que a cada pareja le parezca mejor) teniendo claro que la vida cambiará y que se renunciará a cosas de la anterior porque las que la unión trae consigo son más enriquecedoras. Quizá esta idea mía de matrimonio sea cada vez más compleja en un mundo en que el yo está siempre por delante del nosotros, pero creo firmemente que si no se considera de esta manera habrá menos posibilidades de éxito. Quererse en los comienzos no es tarea difícil, la complejidad se vislumbra con el transcurso del tiempo y las adversidades insospechadas que asaltan sin quererlo nuestras vidas, y sí realmente existe amor, compromiso, capacidad de querer resolverlo, de lucha, de resistencia a la frustración y de comprensión, es muy posible que el amor pueda ser eterno.
Hoy estoy en Santander, seguramente paseando por la arena de la playa y sintiéndome afortunada de estar junto a una de las personas que más quiero en el mundo y que más me ha ayudado y celebrando con ella la primera página de ese nuevo libro que comenzará a escribir el 14 de junio y que se titula matrimonio.
No es porque sea mi amiga ni porque le deba parte (una muy grande) de mi actual estado de tranquilidad y felicidad, sino porque en este caso, ella y su novio, son de esas parejas en que se dan todas las características que auguran una historia sin final, y creer que es posible, porque lo tengo a mi lado, me hace feliz. Dos personas honestas, generosas, inteligentes y más que buenas se casan mañana y yo tengo la fortuna de asistir y de compartirlo con ellos.
Si el matrimonio llegase como el de Marta y Sergio, que han sembrado en el prólogo todas las semillas de una historia que va a florecer más que los naranjos en primavera, quizá aún pueda creer en los cuentos de princesas.
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